Los acordes iniciales de la Primera Sinfonía de Bruckner requieren nuestra atención inmediata hacia las imágenes que están por venir. Como en una película, guión o puesta en escena del propio Ingmar Bergman, sobre el que dedicamos el “Tema del mes” de este número, el montaje de estas cuatro coreografías nos sujeta con fuerza ante la evocación de un variado abanico de situaciones yacentes en la psique humana, en la que música, danza y drama se metabolizan entre sí para integrarse en realidades conceptuales donde las magnitudes espacio temporales se funden en la propia acción. A lo largo de 50 minutos, los cuatro coreógrafos nos sumergen en el seno del universo descrito por el cineasta sueco: la soledad del individuo, el aislamiento, los recuerdos, las problemáticas de pareja o de la fe, la locura…

La isla de Färö, un lugar especialmente significativo en la biografía de Bergman, acoge la filmación. A modo de leitmotiv, las instalaciones de un viejo hangar utilizado como base militar hasta 1991, construyen el escenario básico por el que desfilan las cuatro coreografías acompañadas de algunas de las músicas presentes en la obra del sueco (Chopin y Bach), pero también de otras (compuestas por Stefan Levin) que ilustran convenientemente el mundo interior descrito en los dos últimos trabajos. Casi 40 minutos de extras completan esta interesante y oportuna publicación. 

Rafael-Juan Poveda Jabonero