Desde Gershwin, hay una cosa que no se les puede negar a los compositores estadounidenses: saben escribir óperas con sentido teatral. Es decir, que tienen ritmo escénico (incluso cinematográfico), una buena caracterización vocal de los personajes, números de lucimiento para la estrella de turno y un efectivo ropaje orquestal. Mas suelen ser también creaciones muy académicas y acomodaticias. Por decirlo un poco a la brava, son obras de sofisticados epígonos de Puccini. Jake Heggie (n. 1961) no es una excepción. Saltó a la fama en 2000 con Dead Man Walking, recién puesta en el Teatro Real, y desde entonces ha llevado a cabo una prolífica carrera como operista.

Esta Great Scott (2015) juega a la ópera dentro de la ópera, pues trata de una insigne mezzosoprano que quiere montar una desconocida obra italiana del siglo XIX, una excusa perfecta para que Heggie parodie con gracia el estilo rossiniano y belcantista, y regale a Joyce DiDonato una parte hecha a su medida que es pura pirotecnia vocal. Ella es, sin duda, el gran reclamo de una partitura que permite escuchar también a la veterana Frederica von Stade y que, visto el entusiasmo del público (la grabación fue hecha en vivo la noche del estreno), es un mecanismo perfecto concebido para arrancar risas y aplausos hasta la ovación final.

Juan Carlos Moreno