A principios del XVII cuatro locos italianos se inventan como quien no quiere la cosa la maravillosa cultura del exceso, donde, básicamente, se viste con la mejor música imaginable a inverosímiles historias llenas de caracteres contrapuestos, que se reparten tortas, alianzas, trampas y trucos de magia, para que al final siempre triunfen los buenos y el amor, con el loable objetivo de retorcer las emociones y sacudir los afectos al oyente. Pues bendita tortura.

Haendel, muy alemán él, se acerca al efervescente entorno de los Ruspoli, Pamphili y compañía y se empapa del modelo como nadie, por lo menos tanto como el más veneciano de los italianos, dejándonos fantásticos ejemplos menos conocidos, pero igualmente valiosos, antes de marcharse a exportarlo allende los mares. También son un poquito más contenidos y apartados de la espectacularidad operística del Amado Sajón, me figuro que momento y lugar obligaban (entorno de representación y juventud de G.F.), y sospecho que Il Pomo D’Oro sabe bien dónde se mete, proponiendo una lectura más reservada y seca, más de cámara y acorde a las circunstancias, pero igualmente directa (diría que incluso más), emocional y absolutamente elocuente.

El sonido se me antoja voluntariamente contenido, como si nos quisieran dar un nuevo enfoque haendeliano, desnudo de la magnificencia que suele mostrar. ¿Acaso un “Haendel íntimo”?  Pues no lo sé, pero me gusta muchísimo. Lewek y Chest lo cantan divinamente, brillando a la altura de las circunstancias (pelos de punta con In tanti affani miei), conformando otro disco que debe engrosar la discoteca de todo buen haendeliano.

Álvaro de Dios