Joaquín Achúcarro, piano.
Sony, 8843044032 (CD)
UN CLÁSICO DE LA MÚSICA ESPAÑOLA
Los dos volúmenes de la suite para piano Goyescas fueron compuestos entre 1911 y 1913. Llevado por su predilección por la pintura de Goya, desde la más amable hasta la más oscura, Granados da vida a una de las cumbres pianísticas universales de la que podrá afirmarse que no tiene las dificultades de lectura o el virtuosismo personal que Albéniz plasmó en su Iberia, pero a la que no puede negársele ni sus altos valores poéticos de último romanticismo ni la presencia de grandes dificultades técnicas y expresivas que hacen que sólo pocos pianistas alcancen en ella resultados convincentes.
De entre todas las grabaciones sobresalen las realizadas por Alicia Larrocha para distintos sellos, y la de Achúcarro para RCA de 1980, grabación esta última descatalogada y que ahora el sello Sony reedita. Innecesario resulta plantear referencia alguna a la capacidad técnica del pianista bilbaíno, por lo que la cuestión se reduce al valor interpretativo y sentada esta premisa, el acercamiento de Achúcarro debe situarse, sin quitar ni poner rey, entre los preferentes. En excelente estado de forma acomete la obra, iniciándola con buen y justificado criterio con El Pelele, pieza goyesca compuesta en 1914, lo que hace con brillantez y perfección rítmica para desgranar posteriormente Requiebros, tocando de manera pausada con elegancia, observancia de las puntillosas indicaciones expresivas y un control del fraseo preciosista, todo ello con ”el garbo y donaire” que la indicación de la partitura recomienda. En El coloquio en la reja encontramos una bella línea de canto y una maravillosa integración de la compleja ornamentación, contrastando y dando pleno sentido a los distintos planos del Fandango del Candil.
Los casi siete minutos que Achúcarro emplea en el punto de ruptura con el segundo cuaderno, Quejas o La maja y el ruiseñor, probablemente una de las mejores obras escritas para piano en España, como ya señaló el pianista Douglas Riva, son inolvidables, llenos de delicada expresividad, utilizando un fraseo amplio, abundante legato, acariciando y mimando el teclado para obtener a veces un simple murmullo. La dualidad de sentimientos y misterio que contienen las dos piezas de la segunda parte El amor y muerte y Serenata del Espectro se exploran de manera intensa y contenida, con una fluidez y naturalidad que sólo muy pocos alcanzan. En definitiva, obra destinada no para virtuosos, sino para pianistas que sepan extraer todas las sutilezas que en ella se contienen, y el pianista bilbaíno lo hace con la más alta calificación. Se completa la grabación con referenciales versiones de las obras de Falla y Albéniz. Disco imprescindible.
José Luis Arévalo