Castronovo, Abdrazakov, Lungu. Orquesta y Coro del Teatro Regio de Turín / Gianandrea Noseda.
CMajor, 735108 (2 DVDs)
JUVENTUD, UN SUEÑO
Stefano Poda (Trento, 1973), el director de escena de la producción de Faust de Charles Gounod estrenada en el Teatro Regio de Turín, es también escenógrafo, iluminador y diseñador de vestuario, en un ejercicio de autoría teatral absoluta que propone una visión del título emblemático rigurosa y original, tan fiel como penetrante, demostrando que es posible acercarse a los clásicos con plena libertad sin necesidad de destruirlos.
Una gran rueda o círculo practicable que sube, baja, se inclina o cuelga del vacío es el símbolo vigoroso que el factótum Poda ha inventado como imagen del tiempo, pues es en la voracidad de su transcurso irremediable donde anida la angustia del Doctor Fausto. ¿Qué significa recuperar la juventud sino negar el tiempo? ¿Y cabe imaginar un fracaso mayor que desaprovechar la segunda oportunidad para enmendar los errores de una vida?
Charles Castronovo es el héroe atormentado por la imposibilidad de inventarse una nueva existencia, quizá porque su única habilidad es la destrucción. Ildar Abdrazakov reivindica a Mefistófeles como el depositario de lo que podría llamarse el espíritu crítico, una inteligencia que solo un simplismo beato puede confundir con el Mal. El Diablo es posible que quiera capturar el alma del hombre pecador, aunque para eso primero hay que creer en ella, en el alma, y quién sabe si cuando se pasea por el Averno le inquieta verlo tan despoblado, como si las figuras fantasmales de los condenados se hubieran evaporado después de una breve estancia en la fragua de Volcano. Irina Lungu como Margarita representa a la mujer que tiene que apechugar con un varón de calidad mediocre, astuto a la hora de la conquista y pusilánime cuando se trata de enfrentarse a la travesía del desierto que empieza en el desayuno del lunes y acaba en la cena con los amigos el domingo de madrugada. Vasilij Ladjuk (Valentín), Ketevan Kemoklidze (Siébel), Samantha Korbey (Marthe) y Paolo María Orecchia (Wagner) acompañan al terceto principal como el coro inerme ante tanta pérdida de tiempo.
Gianandrea Noseda, en perfecta armonía con la plástica precisión de la puesta en escena, trata con mimo la delicadeza de una partitura larga e irregular, pero que así ofrecida conserva no solo la belleza de su depurado sentimentalismo, también el encanto suave y un poco triste de las obras imperfectas que conmueven por la sinceridad de sus defectos.
Álvaro del Amo