El extraordinario triunfo que alcanzó a comienzos de la década de 1990 su Sinfonía n. 3, inopinado por cuanto se produjo casi quince años después de que Henryk Górecki la hubiera escrito, sirvió para que el nombre del autor polaco adquiriera una celebridad inaudita para un compositor contemporáneo, pero no sirvió para que el resto de su producción alcanzara una recepción equivalente. Por el contrario, ni las agresivas y disonantes partituras iniciales, caracterizadas por una exploración de los recursos vanguardistas próximos a los de un Penderecki, ni las creaciones posteriores al éxito de la Sinfonía, ya alejadas del lenguaje neomodal y de la extática atmósfera de aquella, obtuvieron una acogida similar.

El firme compromiso de Górecki con los presupuestos creativos que consideró necesarios en cada momento de su propia evolución creativa, fue tan admirable como riguroso. De ello da testimonio el primer volumen de una integral de los cuartetos de cuerda interpretada por el magnífico Cuarteto Tippett. De las aristas de Génesis I (1962) a la contrastada y casi brutal alternancia de desolados movimientos con irrevocables y febriles ostinati que articulan las dos primeras composiciones adscritas al género como tal, fechadas en 1988 y 1991, la música de este registro nos confronta con la singular poética de un autor que exige una nueva reevaluación.

David Cortés Santamarta