The Lucinda Childs Dance Company. The Philip Glass Ensemble / Michael Riesman. Escena: Robert Wilson.
Opus Arte, OA1178D (2 DVDs)
Un hito contemporáneo
Einstein on the Beach, la que fuera primera colaboración entre el compositor Philip Glass y el dramaturgo Robert Wilson (figuras entonces vinculadas a la pujante cultura alternativa que florecía en el East Village), adquirió ya desde su estreno en 1976 un estatuto mítico. El calificativo de ópera, como la denominaron sus creadores, respondía más a una voluntad de medirse a la cultura de élite, en sus propios términos, que al hecho de que su propuesta respetara las convenciones del género. Sin argumento, coherencia narrativa o personajes en el sentido tradicional del término, la obra se articula escénicamente en torno a determinados motivos visuales recurrentes, coreografías abstractas y enigmáticas escenas de elusivo significado que giran en torno al provocativo título: un violinista caracterizado como Einstein que interpreta frenéticas escalas, relojes sin manillas que presiden un grotesco tribunal, una locomotora y una nave espacial que remiten a las metáforas del científico sobre la teoría de la relatividad, esquemas y ecuaciones matemáticas dibujadas en neón, alusiones a la destrucción atómica, figuras que se mueven con una mecanizada gestualidad, bien presas de una extrema hiperactividad o ralentizados, extraordinarios dispositivos lumínicos, de modo que la luz se convierte en el protagonista esencial, a veces casi exclusivo, de la escenografía…
Sus casi cinco horas de duración están impelidas por el inextinguible fluir de las reiterativas fórmulas métricas de una música en la que Glass lleva al límite el uso y la combinatoria de las estructuras cíclicas y de los procesos aditivos, donde los cantantes cantan números o solfean notas, junto al recitado de textos de, entre otros, Christopher Knowles, un joven autista con el que Wilson colaboró. Si bien muchas de estas soluciones filtraban con habilidad diversas propuestas experimentales y vanguardistas (desde Nauman y Beckett al minimalismo de Dan Flavin, la biomecánica deMayerhold, el azar del tándem Cage/Cunningham o el surrealismo), los distintivos perfiles de los dos creadores supieron asimilarlas en una estética propia y conducirlas a un grado de sofisticada perfección y preciso ensamblaje cuya fascinante presencia se mantiene cuatro décadas después.
Einstein on the Beach exige necesariamente, en un grado mucho mayor que una ópera convencional, la simultánea percepción de sus dimensiones visuales y sonoras. Por ello los dos registros de la música de Glass (Sony y Nonesuch) suponían un acceso parcial a la obra. Esta cuidada edición, donde se recoge la producción interpretada en 2012 a lo largo de una gira internacional, viene a subsanar tal ausencia. Si bien es cierto que la evolución posterior de Glass y de Wilson derivó hacia un cierto formulismo y autocomplacencia, en Einstein on the Beach lograron convocar una fórmula teatral tan precisa como misteriosa que la convierten en un excepcional hito del teatro musical contemporáneo. Sumergirse en su extensa duración supone un modo, a menudo hipnótico, de experimentar las múltiples y complejas relaciones que puede establecer el tiempo musical y el espacio escénico. Y quizá eso sea lo que más profundamente justifique su título.
David Cortés Santamarta