Accademia Bizantina / Ottavio Dantone.
HDB Sonus HDB-AB-ST-005 (CD)
Geminiani, el furibundo
“Geminiani, il furibondo”, así lo llamaba Tartini por su carácter impredecible y tempestuoso. Tanto era de este modo que, en sus inicios como violinista en una orquesta de Nápoles, fue "castigado" a tocar con las violas. Francesco Geminiani, nacido en Lucca en 1687, se formó como violinista bajo la tutela de su padre. Alcanzó renombre en Nápoles y Roma, donde entró en contacto con Corelli y Scarlatti. Presionado por la intensa competencia en Roma, decidió mudarse a Londres, donde combinó su faceta de violinista con la de compositor, maestro, editor y tratadista. En Londres publicó sus Sonatas para violín y los Concerti Grossi Op. 2 y 3, además de transcribir, reelaborar y editar las obras de Corelli. En los Concerti Grossi Op. 3 es innegable la influencia del maestro romano. Pero, mientras Corelli representa la perfección clásica, Geminiani se distingue por la invención y originalidad de sus melodías, así como por la audacia de su armonía. Estos Concerti Grossi son extremadamente virtuosísticos, por lo que los reeditó en París en 1755, adaptándolos al nuevo gusto más sencillo.
Ottavio Dantone ha elegido la versión primera de Londres, más pura, pero ha incorporado algunos pasajes de la edición parisina. En cualquier caso, la partitura no es más que un armazón donde la Accademia Bizantina levanta un perfecto entramado musical desde lo más profundo, la expresión de los códigos retóricos de los afectos, hasta lo aparentemente superficial, como es la ornamentación.
Como ya es habitual, sobresale la soberbia maestría de Alessandro Tampieri como concertino, demostrando un exhaustivo conocimiento no solo técnico, sino también expresivo y retórico del material con el que trabaja. Es también brillante la interpretación del grupo de solistas compuesto por Sara Meloni (violín I), Ana Liz Ojeda (violín II) y Marco Massera (viola). La delicadeza y sutileza en el diálogo que se establece entre ellos y el tutti es extraordinaria. Si bien llama la atención el fino y vaporoso fraseo, atento a la más leve dinámica de la Accademia Bizantina, no deja de impactar también el poderosísimo sonido que es capaz de desplegar en otros momentos. Esta imponente sonoridad se debe en gran parte al grupo de continuo, compuesto por tres violones (nada pesantes en su acompañamiento), el archilaúd y la guitarra de Tiziano Bagnati, la tiorba de Simón Linné y el órgano de Stephano Demicheli. La refinada articulación, la pulcritud rítmica y el sonido amplio y generoso son las señas de identidad de Dantone, que dirige desde el clave, consiguiendo que sus músicos funcionen como un solo corazón y un solo espíritu.
Este disco cierra de una manera brillante el tríptico dedicado a los Concerti Grossi, junto con Corelli y Haendel, y nos vuelve a demostrar que es posible unir el rigor musicológico, la excelencia técnica y una apasionada y candente expresividad. La Accademia Bizantina cumple cuarenta años, y con ellos está más viva y más cercana que nunca.
Mercedes García Molina