RELATOS DEL INFRAMUNDO

A través del libreto de Robert Badinter, Scaich revive el crudo relato que Victor Hugo narra en una historia corta, aparecida en 1834 bajo el título de Claude Gueux. La escena acierta a transmitir la opresiva atmósfera que reside a lo largo de toda la pieza. Como prolongación del argumento, Scaich construye un edificio musical apoyado en su habilidad para la elaboración de estructuras cromáticas, acentuando a través del espacio sonoro lo que visualmente es captado por la vista. El compositor acierta a crear un clima de extrema expresividad, favoreciendo que la tensión dramática se mantenga a lo largo de toda la obra. La partitura describe el mundo interior de los personajes, sus luchas mentales, pero también sus confrontaciones en el ámbito físico. Es una obra cargada de un inmediato realismo, que no escatima medios para transmitir la crueldad desprendida del tejido argumental. Como ocurre en el relato original, libretista y compositor no necesitan una gran amplitud de tiempo ni de espacio para transmitir sus pretensiones.

La idea del escritor es traída a la realidad actual como una concatenación de asignaturas pendientes que nuestro mundo aún no ha conseguido superar en su totalidad. El aislamiento del individuo, el respeto hacia las diferentes inclinaciones sexuales, el sometimiento, la marginación a causa de ser diferentes a lo establecido, el abuso de poder… Todo ello desarrollado en una prisión, donde lo de menos es que quienes están dentro hayan ingresado justa o injustamente, y donde no importa las razones que les hayan llevado allí. En realidad los autores parecen preguntar si es justo que alguien deba vivir en las circunstancias que se describen, por mucho mal que haya hecho, eliminando cualquier posibilidad de reparación. Quizás interroguen si una situación denunciada por Hugo en el relato original (el papel del hombre como individuo frente a la sociedad), dos siglos más tarde, continúe siendo una actualidad sin resolver en cualquier rincón del mundo. A fin de cuentas, ¿no será el mundo que estamos construyendo una prisión como la aquí descrita? No es anecdótico, ni mucho menos, que la obra se estrene en Francia en los tiempos que corren.

El espacio se encuentra perfectamente aprovechado por la idea escénica de Olivier Py en los dos extremos de la obra. En la sección central, lo resuelve muy oportunamente mediante construcciones verticales, de una geometría casi simétrica, donde el espacio se encuentra distribuido en celdas, acentuando el concepto de aislamiento del individuo frente a lo que le rodea, pero también como medio para introducirse en su interior.

Impresionante la forma de actuar y de decir sus personajes Bou, Lafont y Ferreira. Jean-Sébastien Bou penetra en la psicología de Claude, pareciendo querer llegar a horadar sus tejidos mentales más profundos, pero sin olvidar la importancia que en el personaje tiene su componente físico. Jean-Philippe Lafont, imponente, encarna magistralmente la autoridad de un implacable director de prisión. Rodrigo Ferreira acierta transmitir la transparente sensibilidad de un arrinconado Albin.

Jérémie Rhorer dirige con excelente pulso dramático a una Ópera de Lyon entregada. Muy recomendable asomarse a esta nueva creación de Thierry Escaich.

Rafael-Juan Poveda Jabonero