Staatskapelle Berlin / Daniel Barenboim.
Decca, 4786677 (CD)
BRITISH OR NOT?
Primera grabación importante de esta Sinfonía que no está tocada por una orquesta británica. Aunque Elgar es británico por los cuatro costados, no deja de ser curioso: ¿ningún director, british or not, había osado hasta ahora llevarla al disco con una orquesta de otro país? Barenboim, del que CBS lanzó en 1973 su primera grabación (con la LPO, como todo su restante Elgar de aquellos años), se ha atrevido a hacer con su orquesta berlinesa esta obra. ¿Ha ocurrido algo raro? No, claro: la Staatskapelle suena divinamente, y la versión, pese a presupuestos diferentes a los de la tradición más establecida, tiene aquí un inconfundible sello elgariano.
Barenboim, que 40 años atrás se hallaba muy inmerso en la línea británica (pese a tratarse de una versión más apasionada de lo normal) se ha apartado algo de ella. Anthony Burton, autor de las notas del libretillo, comienza diciendo: “Las caras pública y privada del personaje Elgar se dan cita en su Segunda Sinfonía. A primera vista parece ser obra de la retórica espléndidamente expansiva de las Marchas de Pompa y circunstancia; pero debajo de esta superficie se esconde una personalidad mucho más reservada, introspectiva, depresiva incluso”. ¡Parece que Burton se estuviese refiriendo a esta interpretación, formidablemente grabada el 28 de octubre de 2013 en la Philharmonie de Berlín! La apariencia no descarta la amplitud y la noble grandeza de multitud de sus hermosas frases, pero hay algo, bastante más, que se entrevé en otras versiones (Barbirolli/LSO, Emi 1964; Haitink/Philharmonia, Emi 1984), no en la ortodoxa por antonomasia (y bellísima) de Boult con la LPO (Emi 1976).
Comprendo que a ciertos críticos ingleses les haya desconcertado, incluso que alguno haya torcido el gesto. Eso lo ha logrado el de Buenos Aires sin apenas alterar las dinámicas o los tempi, que están dentro de lo normal (se salen la rápida versión del autor: cosas de la época; y, por el otro extremo, la plúmbea de Sinopoli –Philharmonia, DG 1988–). Reparemos en los pasajes en los que parece salirse de la realidad, entrando de lleno en la ensoñación: 6’20”-10’20” y un par de veces más en el Allegro inicial, a partir de 3’10” y en otros momentos del Larghetto, que hace tremendamente sombrío, y cuyo final suena enigmático e inquietante. El Scherzo es particularmente vigoroso y encendido, a veces casi fiero. El cierre mismo de la Sinfonía nos trae aquí a la mente, en su resaltado doble regulador dinámico, el de Vida de héroe de Strauss. No, Barenboim no se limita ahora a seguir la corriente, sino que despoja a la obra de parte de su grandilocuencia, la dota de nuevo de mucho fuego y de una curiosa ambigüedad expresiva, revelando aspectos ocultos (momentos dolientes, angustiosos, incluso terribles) y convirtiéndola en una obra más compleja, es decir, más grande (puede leerse también mi crítica sobre el concierto en Ibermusica, en la pág. 38).
Ángel Carrascosa Almazán