Con excelentes referencias por su disco editado en Naxos con los Estudios de Liszt-Paganini, el pianista croata sigue por la senda de lo virtuosístico, enriqueciendo la serie Scarlatti con un grupo de sonatas compuestas entre 1753 y 1756. La edición de estas obras va acompañada de una advertencia: “no esperes encontrar en estas composiciones intenciones profundas, sino más bien un ingenioso jugueteo del arte de ejercitar la ejecución atrevida en el clavecín”, consejo que el intérprete asume, dotándolas de vigor y fuerza rítmica y, especialmente, un sentido lúdico que atrae desde el primer momento.

Con una articulación variada, interpretando las líneas melódicas de manera sutil, ya sean en legato, separadas o en staccato, incluso con leves alteraciones del tiempo, consigue hacer un entretenido y brillante juego, sin caer en la frecuente monotonía con que se suelen traducir estas Sonatas. Y también transmite una sensación de control absoluto en los retos técnicos sembrados en estas miniaturas, notas repetidas, cruces de mano, octavas, cambios rítmicos, lo que le permite transcender para acompañarlos de una personal y cristalina sonoridad, que junto con una excepcional variedad tímbrica y permanente énfasis en los menores detalles ornamentales lo sitúan, con el de Subdin (Bis), entre los mejores Scarlatti de las nuevas generaciones.

José Luis Arévalo