Música clásica desde 1929

Discos recomendados de Ritmo

En esta sección encontrará los 10 discos que la revista RITMO recomienda cada mes, clasificados por meses y por su orden de recomendación del 1 al 10. Se archivan los recomendados desde junio 2011, para ver anteriores ir a "Ritmo Histórico".
Haciendo "clic" en el título de cada disco o sobre la foto, accederá a su ficha y a la crítica publicada en Ritmo y, cuando es posible, a las diferentes tiendas donde podrá adquirir el disco físico, o a las plataformas digitales desde donde podrá escucharlo en "streaming" o descargarlo online.

Ritmo Diciembre 2018 - Núm. 924

CONCIERTOS DEL FESTIVAL DE SALZBURGO

Conciertos celebrados los años 2007 a 2011 y 2013.
Obras de BEETHOVEN, MAHLER, BERG, MOZART, BRUCKNER, BARTÓK, etc.
Diferentes solistas, orquestas y directores.
CMajor 746008 (6 DVD)



La crítica

DE LO MUSICAL Y DE LO HUMANO

CMajor reúne en una caja de seis DVD algunas de sus publicaciones anteriores procedentes del Festival de Salzburgo. Bien entendido cuando decimos anteriores publicaciones, pues realmente son eso, ni siquiera ha variado la presentación o referencia de cada uno de los discos por separado. Evidentemente, el precio de todos ellos en conjunto es más asequible. Hasta aquí lo referente al “envoltorio” del producto; el contenido (lo que realmente importa) comprende más de doce horas de espectáculo que pueden ser sintetizadas en la frase que sirve de título a este comentario. Son conciertos celebrados durante las ediciones de 2007 a 2011 y 2013.

Nos vamos a meter en harina comenzando por este último año, cuando “El Sistema” fue invitado a participar en el Festival. La publicación comprende dos conciertos celebrados los días 9 y 11 de agosto en el Mozarteum y el Felsenreitschule, respectivamente, además de un interesante documental donde se explica el trabajo ejemplar que Naybeth García y Luis Chinchilla están realizando al frente del Coro Manos Blancas de Venezuela. Las casi dos horas y media que dura el disco deberían servir de baño de humildad para tantas bocas que, desde una posición u otra, hablan de la situación del país buscando fines de rentabilidad meramente política, pero sin la más mínima intención de ponerse a trabajar para solucionar nada. La iniciativa de José Antonio Abreu ofrece la posibilidad de realizarse a una juventud (infancia) necesitada de atención, para ello se sirve de la música, algo que los venezolanos llevan marcado en sus genes. Parecíamos haber olvidado que la importante tradición musical del país hizo, en tiempos pasados, que figuras de relieve internacional, como el mismo Furtwängler, se pusieran al frente de alguna de sus orquestas. Ahora, nombres como los de Claudio Abbado, Plácido Domingo o Simon Rattle, en esta ocasión, han contribuido (y contribuyen) al desarrollo de estos jóvenes, obteniendo algunos sustanciosos frutos como los que todos conocemos.

Pero, más allá de todo esto, les ofrece la autoafirmación de ser, de existir. La Afirmación “Digna Mendiola” del poema de la nicaragüense Gioconda Belli se confirma aquí en todo su significado. ¿Los resultados musicales? No sé si importan demasiado, pero sí despertaron emoción en ambos conciertos, a la vez que enseñaron cosas, como que muchachos y muchachas discapacitados pueden disfrutar y participar de la música como cualquiera, o la conexión entre Rattle y unos niños absolutamente volcados en la Primera de Mahler, o a un jovencísimo Jesús Parra dirigiendo al público la Marcha Radetzky como si del final de un concierto de año nuevo se tratara… ¡Qué ironía! ¿Verdad…?

Daniel Barenboim se desenvuelve también en esa línea. Es sobradamente conocida su labor en la Fundación que lleva su nombre junto al de Eduard Said, lo que no sé es si sus frutos son realmente valorados en toda su dimensión. A través del tiempo, el argentino ha construido la mejor orquesta de jóvenes del orbe; tanto es así que se puede codear sin complejos con las más grandes formaciones sinfónicas profesionales convencionales. Sirva como ejemplo este concierto de 2007, donde las Variaciones Op. 31 de Schönberg se revelan como auténtica síntesis del pasado y futuro musical de la época en que fueron creadas. La velada se abrió con una potente Leonora III y se cerró con una inapelable, devastadora, Patética de Tchaikovsky. De “bonus” una Sinfonía KV 297b de Mozart, perteneciente a otro concierto de ese mismo año, con unos solistas que no hacen sino certificar lo dicho anteriormente.

Continuando con Barenboim, pasamos al concierto del 26 de julio de 2010, esta vez al frente de la Filarmónica de Viena. Un programa modélicamente estructurado: En la primera parte, el Cuarto de Beethoven con él mismo al teclado, y en la segunda las Notations I-IV y VII de Boulez y el Te Deum de Bruckner con cuatro solistas de excepción (Röschmann, Garanca, Florian Vogt y Pape). Causa asombro comprobar cómo cada vez que el argentino se acerca al piano de Beethoven tiene algo diferente e interesante que decir. En esta ocasión, el contexto que ofrecen sus compañeros de programa hace que este Concierto n. 4 cobre un significado especialmente trascendente, sobre todo en los diálogos entre solista y orquesta del segundo movimiento y en la transición de éste al tercero.

Programa perfecto

Otro programa perfecto, a mi entender, es el extraído de las veladas del 27 y 29 de julio de 2008, con Pierre Boulez al frente de la Filarmónica de Viena. Tres obras en las que el francés era experto: Unos analíticos Valses nobles y sentimentales de Ravel, un descomunal Primero de Bartók con Barenboim al teclado y El Pájaro de fuego de Stravinsky como sólo él sabía hacer.

También Boulez protagoniza el atractivo programa de 28 de julio de 2011, compuesto de la Suite de Lulú y la cantata El vino de Berg y la versión reducida de Das Klagende Lied de Mahler. Anna Prohaska, Dorothea Röschmann, Ana Larsson y Johan Botha se integran a la perfección en el concepto transmitido por el francés, quien imparte su magisterio en unas obras que le acompañaron durante toda su vida.

Para acabar, Harnoncourt en 2009 al frente de la Filarmónica de Viena dirigiendo un extraño programa donde se dieron cita unos Schubert y Josef Strauss más alemanes que vieneses. Interesantes, por lo personal de la aportación de la batuta, las Seis Danzas alemanas D 820 del primero y las polkas Frauenherz y Pêle-mêle y el vals Delirien del segundo. No tanto la Novena de Schubert, de gran belleza en determinados momentos, pero un tanto inconexa desde el punto de vista estructural en su conjunto.

Rafael-Juan Poveda Jabonero

923
Anterior HAYDN: 10 Kleine Klavierstücke. Menuetti.
Siguiente MAHLER: Sinfonía n. 6 “Trágica”.