Orquesta Filarmónica de Viena / Andris Nelsons.
Sony Classical 19439702379 · DVD (+ formatos LP - CD - BLU-RAY)
¡Al fin, un buen concierto de Año Nuevo!
Este año sí mereció la pena no trasnochar demasiado. Se veía venir. Se imaginaba uno que un director de las características de Andris Nelsons no metería la pata. He escrito hasta aburrir a los guijarros que uno de los repertorios sinfónicos más complejos es el de los Strauss y aledaños, y que pocos maestros son capaces de adecuarse a él correctamente; incluso algunos muy buenos directores. Los verdaderos estilistas desaparecieron hace tiempo, con lo que en cada nueva ocasión la esperanza queda depositada en intérpretes que apuesten por fórmulas más o menos personales; para construir versiones que traten de contener de alguna manera las características musicales más resaltables del género. El singular sinfonismo en que se apoya, por ejemplo; o la aplicación correcta de las técnicas que lo diferencian: la sutileza y buen gusto al planificar las variaciones métricas, sin ir más lejos. Para mi gusto, en las últimas ediciones solo se ha dado esta confluencia en muy contadas ocasiones, y, al contrario, el tedio y el aburrimiento, cuando no un exceso de intelectualidad y “pensamiento” sinfónico, han campado a sus anchas. Brahms o Schoenberg adoraban estas músicas, pero sus universos sonoros y “éticos” se elevaban a cielos diferentes; hay directores que confunden las cosas, mezclándolas inmisericordemente. Thielemann, en la edición pasada, por ejemplo, nos explicó esta confusión con pelos y señales.
Vigor, ritmo, pulso, entusiasmo, gracia, vitalidad, refinamiento y un puñado más de adjetivos tan manidos como grandilocuentes pueden aplicarse a las ideas que manejó Nelsons para un concierto de Año Nuevo que, por cierto, ha puesto por las nubes la crítica internacional, y que desde nuestra pequeña España ha sido calificado con adjetivos mucho menos voluminosos por nuestras más conspicuas firmas. Solo una educada y bastante poco entusiasta bienvenida. Mi percepción es mucho más volcánica: no solo fue un extraordinario concierto de Año Nuevo, sino que despertó impresiones que resitúan el espectáculo al lugar que merece.
Nelsons esparció ironía, buen gusto, fluidez discursiva en piezas como Fiesta de las flores o Donde florecen los limoneros, de Johann Strauss hijo, partituras de una estimable ligereza y finura estilística y cuyo tempo de vals fue fraseado con amor y respeto hacia esa ingrávida ligereza. Sin embargo, a mi entender, y aunque en otros valses estuvo a similar altura (Abrazaos millones, por ejemplo, con una cursi coreografía de José Carlos Martínez; o Disfruta de la vida; o, muy particularmente en el los valses de Josef Strauss Saludos de amor y Vals Dinamo, que hizo volar por la sala de manera inefable), el mejor director de orquesta de la mañana, en el sentido más técnico y sorprendente, se pudo escuchar en una música de declarada intranscendencia y que en sus manos se convirtió en una página de soberbio empaque y empuje sonoro, la Obertura de Cavalleria ligera de Suppé. Nelsons metamorfoseó esta música trivial, convirtiéndola en un auténtico drama, en un agresivo, imponente y muy atractivo conjunto de sonidos. De ensueño la intervención del primer clarinete.
“Mi percepción es mucho más volcánica: no solo fue un extraordinario concierto de Año Nuevo, sino que despertó impresiones que resitúan el espectáculo al lugar que merece”
El reportaje que la Radiotelevisión Austriaca (ORF), regala a los millones de espectadores televisivos cada año, que se incluye íntegro en el DVD, fue en esta ocasión muy aséptico; aprovechando el año Beethoven fue dedicado a su figura. Nelsons y sus filarmónicos incluirían en la segunda parte seis Contradanzas del sordo, pero las intervenciones de los solistas en el reportaje no estuvieron a la altura de las de otras entregas anteriores. Quizá porque no se metieron en varas interpretativas, porfiándolo todo a la mera ilustración de la historia: una joven que va encontrando por los verdes prados y bosques y floreados lugares las páginas de la inconclusa Décima Sinfonía. Hubiera sido mejor prescindir del cuento y mostrar mejor, y con mejor música, los lugares donde vivió Beethoven en Viena, que fueron unos cuantos. La realización, como siempre, de diez, si exceptuamos un error de bulto importante: no se subtituló en ningún caso los nombres de las obras.
En fin, ya tenía yo ganas de poder escribir cosas buenas sobre un concierto de Año Nuevo. Como siempre, corrieron las aguas del Danubio al final, en una interpretación elegante pero algo tímida, que no llegó a tener la calidez y la épica de las de las grandes ocasiones. Se palmeó la nueva orquestación (de la propia orquesta) de la Marcha Radetzky, que, vaya, no sorprendió a nadie. Esta vez sí: hay que comprarse este DVD (Sony Classical lo edita igualmente en Blu-ray, así como en LP y CD).
Pedro González Mira