El sello Hänssler está dedicando una densa y completa colección a la fantástica Staatskapelle de Dresde (eclipsada por las que todos sabemos, pero que siempre ha sonado como ninguna) que con el volumen dedicado a Thielemann llega al número 34, al que hay que añadir el consagrado (reediciones) a Sir Colin Davis con motivo de su reciente fallecimiento. Horas y horas de música, casi todo tomas en vivo procedentes de la radio (MDR-Figaro). Son discos muy bien elaborados, con muy buenos registros sonoros, pero sospecho que su venta fuera de Alemania será tan escasa que casi se contarán los ejemplares vendidos con los dedos de la mano. Y no creo exagerar. Otra cosa bien distinta es el programa sinfónico rebuscado en la profunda tradición alemana que ofrece Thielemann, proveniente de sendos conciertos difundidos por la MDR-Figaro en Internet (2011). El núcleo es el Concierto para piano en mi bemol mayor Op. 31 (1933, dedicado a Fritz Busch) de Hans Pfitzner, obra relativamente maldita o, por decirlo de otro modo, aparcada hasta que llegue su buen día, si es que llega. La verdad es que no es una obra que buscara adherirse al movimiento modernista del momento (es Pfitzner), pero tampoco buscaba anclarse, así que las ideas no están del todo claras. Pero se escucha muy bien (excepcional Thielemann), y es un gusto reencontrarse con Tzimon Barto, pianista dotado como pocos, que parece sentirse con más aplomo ante el teclado. El Nocturno Sinfónico de Busoni (en el mismo programa de Pfitzner) es una delicia, brumosa música sinfónica que a media luz desvela secretos inconfesables, creada sin pretensiones de hacer el no va más por un Thielemann que aún se mejora en la preciosa Suite Romántica Op. 125 de Reger, que iba acompañada por un Primero de Brahms con Pollini, aquí omitido, y que dio lugar a la grabación en DG. Excepcional interpretación para una música que se disfraza a ratos de Elgar y que agota relativamente, aunque el maestro está decidido a mostrar lo contrario. El libreto está repleto de fotos y textos, muy completo.

Gonzalo Pérez Chamorro