Ivo Pogorelich vuelve a grabar música de Chopin después de más de veinte años, nos advierte una inocente pegatina sobre la portada. Para los aficionados al piano o la música de Chopin y los seguidores del divo croata, la cuestión no es baladí; pese a su escasa duración, el interés de este disco no se reduce al momento del unboxing ni se desvanece tras la primera audición, como a menudo sucede en ocasiones de abstinencia similar. Muy al contrario, estamos ante una grabación de obligado conocimiento para todos ellos (también para usted, querido lector) por la personal lectura que Pogorelich ofrece de unas partituras que conoce y ama: la Sonata n. 3 en si menor, la Fantasía en fa menor Op. 49 y los Nocturnos en do menor Op 48/1 y en mi mayor Op. 62/2.

Otra cuestión es que uno esté dispuesto a asumir sus decisiones, que no son sino la realización lógica y natural de su sentido del color y la dinámica. Contraste de tempi, coherencia y claridad expositiva, sobriedad en el uso del pedal y, al mismo tiempo, rubato generoso conforman unas interpretaciones distintas, en absoluto excéntricas, pero nada convencionales que nos presentan un Chopin con carácter, más complejo y menos complaciente de lo que estamos acostumbrados a escuchar. La soberbia toma sonora y las interesantes notas (aunque sólo se ofrecen en inglés y alemán) redondean el acabado de un disco que satisfará sobremanera a quienes no se cierren a una visión determinada de la música del polaco y gusten de cuestionarse las cosas.

Darío Fernández Ruiz