MUJERES DE ORIENTE AL PIANO

El mundo del piano se está viendo desbordado por una nueva generación de mujeres (que agradable resulta que el término pianista sea femenino…) y, en ese proceso de renovación, era inevitable que la presencia de oriente (que en lo económico y lo político es ya evidente) tenga un peso creciente. Tres pianistas nos ocupan. Dos ya consolidadas y con varios registros a sus espaldas en el sello amarillo: la china Yuja Wang (disfrutamos de su arte hace escasos meses en Madrid) y la japonesa-alemana Alice Sara Ott. Y una japonesa, Hisako Kawamura, quizás la mayor novedad entre los tres registros, y también, la sorpresa más agradable por la calidad del mismo. Kawamura hace casi una presentación en el mundo del disco con este monográfico Chopin. Arriesgada apuesta, de la que sale más que airosa. Educada en Alemania, posee un piano técnicamente impecable (en realidad las tres lo poseen, faltaría más…), pero que ahonda en el romanticismo del polaco sin la más mínima impostura ni ampulosidad. Un Chopin doliente pero sin estridencias. Neutro, pero vital. Desde luego nadie diría que detrás del teclado hay una hija del sol naciente. Demostrando que esta música no tiene ni fronteras ni credos. Quizás sea la Polonesa Fantasía, de la apertura, la que retrate mejor su enfoque musical. Impecable.

A Yuja Wang la conocemos por su inmenso talento, pero también por cultivar una esmerada personalidad entre los medios no musicales. Este recital berlinés supone un claro avance en su consolidación como intérprete. Cuatro piezas de Rachmaninov, donde la entrada, con el Preludio Op. 23 te derriba de un puñetazo para empezar (con el puño izquierdo, en este caso, mano que ejercita con una contundencia inusitada…). Pero donde se doctora es en los 3 alucinantes Estudios de Ligeti (que compuso en sus últimos años, juvenilmente impresionado por la obra de Conlon Nancarrow), siendo difícil reponerse de su enérgica pulsación y frenético ritmo.

Quizás la menos buena de las 3 ediciones es el programa dedicado por Alice Sara Ott al piano impresionista. Es verdad que borda algunas piezas de Satie (empieza a ser un lugar común, un tanto sospechoso…), como las Gnossienne ns. 1 y 3. Pero su Debussy no acaba de cuajar en espíritu y forma (Reverie y Suite Bergamasque) y sus incursiones en Ravel (Gaspard de la Nuit y la Pavana) resultan demasiado literales, dentro de una ejecución sin exageraciones y plenamente ortodoxa. De cualquier manera los tres programas rezuman frescura, novedad y futuro. Algo de lo que, muchas veces, estamos bastante faltos.

Juan Berberana