Música clásica desde 1929

Discos recomendados de Ritmo

En esta sección encontrará los 10 discos que la revista RITMO recomienda cada mes, clasificados por meses y por su orden de recomendación del 1 al 10. Se archivan los recomendados desde junio 2011, para ver anteriores ir a "Ritmo Histórico".
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Ritmo FEBRERO 2015 - Núm. 882

CARLOS KLEIBER. Oberturas Der Freischütz de Weber y Die Fledermaus de J. STRAUSS.

Orquesta de la Radio de Stuttgart / Carlos Kleiber.
EuroArts, 2060868 (DVD)



La crítica

La mirada furtiva de Carlos Kleiber

El siglo pasado nos dejó un puñado de apellidos que por lo indomable de sus personalidades permanecerán siempre vinculados al universo más inclasificable y especulativo del Arte de los sonidos. Pasionales monstruos devoradores de almas en estado de escucha, que poseían un magnetismo y un aura de genialidad muy marcada, a veces rayando lo intolerable o insoportable, por lo que para su comprensión auditiva se requería de poseer nuevos órganos sensoriales. Una vez traspasada su línea no había ya vuelta atrás, su veneración se convertía casi en religiosa, pues ellos consiguieron romper cerrojos y abrir portones nunca antes explorados por ninguna mentalidad sonora. Espíritus libres que desertaron de las filas del convencionalismo y la rutina para crearse un universo sonoro propio y exclusivo, condenado por tanto a extinguirse con su desaparición terrenal, pasando por este mundo cual estrellas fugaces para confirmar que en el cielo existen unos astros capaces de dar luz con más fulgor que otros. Músicos intemporales, arrebatadores y seductores cuya vigencia y modernidad perdurará siempre. Como decía Faulkner: “el pasado nunca muere, ni siquiera ha pasado”. De entre ese ramillete de privilegiados visionarios del que sobresalen los Furtwängler, Klemperer, Celibidache, Bernstein, du Pré, Gould, Fischer-Dieskau o Leonhardt, habría que incluir sin dudarlo a Carlos, el hijo de Erich Kleiber, que consiguió matar con sus propias manos la pegajosa y shakesperiana sombra paterna, para convertirse con nombre propio en una de las batutas más fascinantes e inmortales del siglo XX. De ahí que a uno no le importe que reediten, una y mil veces si fuera necesario, los documentos auditivos y los testimonios visuales que nos legaron tras su particular y revitalizante paso por el mundo de los mortales.

EuroArts vuelve a poner en sus vitrinas comerciales (mismo perro con distinto collar) la interpretación y el ensayo filmado en 1970 de Carlos Kleiber (el maestro contaba por entonces 40 años) con una masculinizada (apenas seis tacones de aguja entre los atriles) Südfunk Sinfonieorchester o como la conocemos hoy, la Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart (SWR). Allí, el polluelo empezaba a romper el cascarón. Idéntico producto al ya ofrecido hace años por Arthaus, es decir, chapuceros subtítulos en castellano, falseado pero aceptable sonido estéreo y pobretona imagen en blanco y negro. En el breve pero intenso programa un par de partituras que se convertirían en dos inalcanzables hitos dentro de su carrera. Las Oberturas de dos de las óperas que más brillaron bajo sus envolventes manos: El cazador furtivo de Carl Maria Von Weber y El murciélago de Johann Strauss hijo. Da gusto verle dirigir repleto de vitalidad y juventud, con un entusiasmo voraz, sin cesar de hablar, reír y disfrutar con ímpetu de la profesión que había elegido. Todo lo contrario que sus canosos músicos (la edad media del grupo está por las nubes) que ante el torbellino gesticulante y parlante que tienen delante, parecen mirarse blanquecinos entre sí, silenciosos y sudorosos preguntándose qué han hecho ellos para merecer tal suplicio laboral. Incluso el primer clarinete en un momento de desesperación le grita al maestro que “más suave ya no se puede tocar”, a lo que Kleiber le implora que realice un pequeño milagro en ese ahogadizo pasaje. Ese era él, un director capaz de exprimir de los músicos hasta la última gota de su ingenio. Daba igual si los componentes de la orquesta tenían más o menos talento, él solo conseguía levantar un edificio de sólido y deslumbrante andamiaje.

Furtivo salvajismo

Verle dirigir Der Freischütz es un ejercicio de pura alquimia. Un recital de su desmesurado poder de inventiva. Una prima donna que no deja de moverse sobre el podio (solo le faltaba ponerse tutú). 45 minutos filmados que pasan como un suspiro, pues uno intenta no perderse ni uno solo de los puntos y comas de su dicción. Kleiber nos va pelando todas las capas de cebolla de esta majestuosa Obertura. Por el camino se deja frases para la leyenda: “echadle más color negro al negro”; “no sean demasiados atléticos”; “crean en fantasmas mientras tocan”; “me van a matar a palos, lo sé”…

Siempre fue un apasionado y excelente comunicador. Seguir su batuta nos ayuda a previsualizar la música. Tanto como leer los subtítulos de una película exhibida en su versión original. Él intentaba verla como la vería un ciego, consiguiendo transformar la escalofriante Obertura en un fresco épico, trazada al milímetro con escuadra y cartabón, que se desborda en colores y pasión gracias a la obsesiva riqueza de matices (se pueden palpar cada una de las pinceladas). Ya en el concierto el genio de Kleiber mana a borbotones. La pieza suena esplendorosa gracias a un gran despliegue de efectos especiales. Rugiente y robusta, pero nítida y refinada a la vez, posee un elevado voltaje en su cableado eléctrico gracias una métrica marcada a hierro fundido. Pese a los resbalones de las trompas (sobre todo en los pasajes marcados en piano) un brillante y eficaz ejemplo del talento del Kleiber más precoz y embrionario.

Alado Leviatán

Juguetona y seductora, ardiente y fogosa, atiborrada de esa galantería en su expresión más pura tanto por el canto, como por su arrebatador lirismo. Perfumadísima y embriagadora la propuesta para Der Fledermaus, otra de esas partituras con denominación de origen propia. El arte de la transformación y de la exageración untada con una sensualidad a flor de piel. En el revelador ensayo nos vuelve a dejar frases para esculpir en bronce: “como si recibieran una descarga de hormonas”, “como si les contemplara desde arriba flotando una hermosísima mujer de piernas kilométricas”; “la técnica es al mismo tiempo expresión”; “cortejen”; “como cuando uno roba un banco”; “¡adivinen!”; ”como un golpe de karate”; “solo quiero que ustedes quieran algo”; “que sea furtivo y sucio”; “las corcheas tienen muy poca nicotina… más alquitrán”; “¿saben que yo siempre voy armado? lo digo por si alguno quisiera matarme a la salida”… Un espectáculo irrenunciable que de nuevo está al alcance de todos nosotros, los pobres mortales.

Javier Extremera

 

1812
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