Obras de SCHUBERT y SCHUMANN. Clases magistrales (MOZART, SCHUBERT, SCHUMANN). Con Julia Varady, Christoph Eschenbach, Hartmut Höll, etc.
EuroArts, 2073938 (6 DVDs)
El mejor regalo posible
El cineasta y también violinista Bruno Monsaingeon, devoto adorador de músicos míticos de la talla de Menuhin, Richter, Oistrakh, Rozhdestvensky, Varady o Fischer-Dieskau, ha cumplido setenta años. Amigo de llevar la cámara o el violín al hombro, EuroArts reconoce su efeméride comenzando una colección llamada “Bruno Monsaingeon Edition”, que se inicia con Dietrich Fischer-Dieskau, uno de los mayores cantantes-músicos del siglo XX (¿el qué más?). En pocas palabras, es la edición más lujosa que el que escribe haya visto en su vida: seis DVDs encofrados en una gran caja, en la que encontramos un libro más grande que la revista que usted, querido lector, tiene entre sus manos, fastuosamente editado, a todo color, con textos sobre el músico y multitud de inéditas fotografías históricas, así como un extraordinario capítulo dedicado al diario personal de Fischer-Dieskau, perfectamente escaneado, que parece escrito sobre el mismo libro impreso. Los contenidos se dividen entre música, documentales y clases magistrales (subtítulos en inglés y francés), aunque se percibe la misma esencia en ambas. EuroArts nos ha hecho el mejor regalo posible, y surgen escalofríos de pensar que este es solo el primer volumen de la serie.
La música
No creo que sea el momento para recordar que Fischer-Dieskau, fallecido en 2012, ha sido el mayor liederista de la historia, que elevó el género hasta lo más alto (“en el lied soy el director, el dramaturgo y el actor, cada cosa y todas ocurren en la misma mente”), pero conviene refrescar la memoria, ya que esta edición se centra en un noventa por ciento en el mundo íntimo y maravilloso de la canción. Se recogen actuaciones del cantante en 1991 (Schumann, Schubert) y 1992 (Bella Molinera), cuando la voz no era tan pura como lo fue en su esplendor. En cambio, la realización es de tal envergadura, que cuesta creer que exista otra forma de interpretar (que no cantar) que no sea esta. El recital Schumann, con el espléndido Hartmut Höll (muy afín al músico en estos años), tuvo lugar en el Staatstheater de Nürnberg, ofreciendo los Liederkreis Op. 24 y el Dichterliebe Op. 48, si acaso el ciclo de canciones más bello del género (la primera frase del piano en el primer lied es suficiente para avisar de los torrentes de poesía que vendrán a continuación), además de varios lieder sueltos y cinco preciosos bises. La maestría es absoluta y el estilo el mejor posible; dota a cada canción de todo su universo poético y, estando a la vez en lo más alto, parece accesible para cualquiera.
El recital Schubert (mismo escenario que el anterior) creo que tuvo vida discográfica en Erato y además puede verse en Internet. La selección de lieder (no están los más conocidos, tipo Muerte y la Doncella) es muy inteligente, consigue atrapar al oyente, combinando la deliciosa luz (qué amor por la vida) con las sombras (impresionante la balada Der Zwerg D 771, con los tres personajes perfectamente claros). “Acompaña” de nuevo un excelente Höll. De Die schöne Müllerin ya contábamos con una versión de Dieskau en DVD con András Schiff de 1991 (Arthaus). Esta es más o menos de la misma fecha (1992, Sala Pleyel de París), pero el pianista es un excepcional Christoph Eschenbach, todavía con pelo, que ya comenzaba su gran carrera como director. De las tantas y tantas Molineras del barítono berlinés, esta es bastante dramática, acierta a progresar trágicamente en el desconsuelo del protagonista. Sin duda, una joya interpretativa en el ocaso del cantante (se retiraría de los escenarios poco después).
Documentales
La cámara de Monsaingeon enfoca a Fischer-Dieskau como el enamorado mira abiertamente a su amada. Delata una pasión desmedida por el músico, que habla y habla (casi siempre en alemán, aunque se le cuela alguna que otra frase en francés e inglés), detallando mil detalles que son pura delicia para cualquiera (“Furtwängler no me dijo ni una palabra durante la grabación del Tristán, pero sabíamos que él conocía de memoria todo el texto de todos los personajes de todas las óperas que dirigía. Me enseñó mucho sin apenas decirme nada”). Hay dos extensos documentales (Die Stimme der Seele, de 1995, y Letzte Worte, el último encuentro entre Monsaingeon y Dieskau), a cual más hermoso. La voz del alma (o Viaje de Otoño en la traducción al inglés) es un recorrido por la vida del músico, desde sus comienzos, pasando por su encuentro con la música de Wagner (Ocaso con Solti), con Julia Varady o sus pianistas preferidos (Richter o Barenboim, además de Sir Gerald Moore, of course). Son tantas las anécdotas y frases memorables, que el siguiente documental, Últimas palabras, podría dejar poco espacio para la sorpresa. Nada de eso, vuelve a ser una joya, ya que en este caso se habla de música (repertorio, profesores, cantantes, técnica, idiomas de canto, directores de orquesta y escena, etc.). No habla muy bien del actual Bayreuth, en el que estuvo escuchando un Parsifal “penoso”, del mismo modo que de los directores de escena: “ellos son los sirvientes, no los maestros”. En fin, cien minutos con un músico sentado en el salón de su casa, tan amable que parece que lo tenemos en el nuestro. Monsaingeon se despide con la grabación de un lied de Schumann (Op. 35/2), mientras la cara en primer plano de Dieskau gesticula por cada nueva frase y entonación. Impagable, irrepetible. Inolvidable.
“Los sonidos hablan, las palabras suenan”
Clases magistrales
Le maître chanteur son tres sesiones de clases magistrales en la Universidad de Berlín con obras de Mozart (aria Hai già vinto la causa… de Las bodas, lo poco de ópera que se escucha), Schubert y Schumann, a las que hay que añadir unas clases tituladas Schubert en Vrac. Aquí sin duda surge el mejor cantante de entre los alumnos, Dietrich Henschel, junto también al mejor pianista, Jan Philip Schulze. Se percibe desde el primer instante que el maestro descubre que el joven Henschel llegará lejos (estamos en 1992). Otros cantantes no están a la altura del profesor (a veces cantan ambos el lied en cuestión al unísono, cosa que desconcierta a los alumnos), pero es lo preferible, ya que el placer es para nosotros, ante las continuas interrupciones y aclaraciones de Dieskau (la lección magistral en el aria de Mozart es antológica). Curiosamente, en la primera clase, la primera indicación no es para el cantante, es para el pianista, que toca la frase de Schumann carente de la poesía necesaria, y es que para este maestro, tanto pianista como cantante formaban un todo inseparable en la interpretación del lied, en la que el berlinés está en lo más alto de cualquier categoría posible.
Gonzalo Pérez Chamorro