Gewandhausorchester Leipzig / Herbert Blomstedt.
Accentus ACC80575 (10 CD)
LA SABIDURÍA DE BLOMSTEDT
Aparece de nuevo en el patio discográfico una edición completa de las Sinfonías de Bruckner, demostrando cada vez más la presencia de este enorme autor que, sinceramente, sabemos que no goza de las simpatías de todos los aficionados. El próximo año se celebrará por todo lo alto el bicentenario de su nacimiento, y esta edición bien pudiera ser una opción interesante, aunque Thielemann está llevando a cabo también una integral muy meritoria. Esta reedición está dirigida, digámoslo ya sin más dilaciones, de manera soberbia por Herbert Blomstedt a una orquesta principal, de esas que nunca tienen concierto malo y su calidad media es altísima, la Gewandhaus de Leipzig. Son grabaciones en vivo realizadas entre 2005, comenzando por la Octava, y 2012, donde en marzo finalizó el ciclo con la Segunda.
Blomstedt es un director plenamente convencido de la valía de Bruckner, y prueba de ello es que lleva más de 50 años dirigiéndolo, es decir, que “hacía” Bruckner cuando muy pocos eran capaces de pasar la frontera de la Cuarta, Séptima y Novena Sinfonías de este autor. Como bien saben, es un fárrago determinar qué versión de cada Sinfonía hay que interpretar, y Blomstedt opta siempre por los caminos más habituales, excepto en la Novena, que utiliza la más reciente versión de Cohrs 2000, que es en realidad la Nowak con todos los errores limpiados, y en la Segunda una versión más extensa preparada por Carragan.
Las virtudes de esta integral residen principalmente en la magnífica concepción de este corpus sinfónico por parte de Blomstedt: todo está equilibrado y nada apresurado. La exposición de los temas siempre son en su justo tempo, otorgándoles una presencia que se hace sentir en el oyente como la adecuada; el intenso lirismo de los temas que el propio Bruckner denominaba como Gesangperiode consolida la filiación de este autor con el Romanticismo más genuino heredero de Schubert; las codas de los movimientos finales, o a veces de los primeros movimientos, nunca son “empujadas” ni cargadas con dinámicas estruendosas, siempre hay algo orgánico en su crecimiento que se escucha con asombro, calibrando los crescendi; los Adagio, especialmente de las tres últimas Sinfonías que sobrepasan los veinte minutos, son degustados en toda su intensidad lírica, son el necesario reposo en las catedrales de sonido que son estas Sinfonías para que tenga sentido los tumultuosos Scherzi y los Finale afirmativos. Y aquí está otro de los méritos de Blomstedt, su profunda comprensión de la estructura general de cada Sinfonía, y su demostración de que Bruckner desarrolla una gran evolución de la madurez ya mostrada en la Primera hasta desembocar en la Novena, credo máximo de su producción, aunque incompleta. Blomstedt ha entendido que para Bruckner Religión es igual a Música.
El inconveniente de esta integral es que las tomas sonoras no son todas de calidad; inexplicablemente las Sinfonías Segunda y Tercera son menos nítidas que las anteriores, y en varios momentos se saturan en los tutti, donde los metales impiden escuchar al resto de las secciones. Pero la sabiduría de Blomstedt permanece.
Jerónimo Marín