La guitarra, hoy

Los conciertos de guitarra son una excelente oportunidad para demostrar la calidad de los músicos que participan en él. Por una parte, el buen trabajo del compositor provocará que el instrumento brille entre la masa orquestal, por otra el solista puede conseguir que la guitarra se convierta en un gigante de seis cuerdas; y por último, la orquesta, discreta pero presente, será la compañera ideal con la que redondear una buena obra.

Precisamente este disco que presenta Naxos contiene los tres elementos para poder apreciar y disfrutar de este tipo de conciertos. Bajo la compañía de la Real Filharmonía de Galicia y la batuta de Óliver Díaz, el guitarrista español Miguel Trápaga, ganador del Concurso Internacional Andrés Segovia, entre otros, ha sido el encargado de la parte solista. Tras consolidar su carrera como intérprete internacional, combina esta faceta con la de profesor del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Su concepción perfeccionista de la interpretación confiere precisión y elegancia y una profundidad musical muy necesaria para los tres conciertos. El primero, el mítico Concierto de Aranjuez, compuesto por el maestro Rodrigo en 1939, resultó en su momento una pieza de enormes dificultades técnicas que más tarde se convertiría en una de las cumbres de la música para guitarra clásica. En esta ocasión Trápaga emplea un tempo más ligero de lo habitual, con lo que consigue una sensación de premura que se adapta perfectamente al tercer movimiento.

La segunda obra es una adaptación de las Quatre pièces brèves del compositor suizo Frank Martin, hecha por él mismo en 1934 para guitarra y orquesta bajo el título de Guitare. Andrés Segovia, a quien estaba dedicada, no le prestó excesiva atención, por lo que la partitura esperó en un cajón hasta ser rescatada en 1959. De nuevo las dificultes técnicas supusieron una barrera a su difusión y popularidad, ambas superadas hoy día y presentes aquí por primera vez para deleite del público. Son interesantes el colorido y la fuerza de esta versión, que aproxima al oyente a la idea que tendría Martin de una guitarra virtuosa, casi todopoderosa.

Para acabar, el Concierto de Benicàssim de Brouwer, también en su primera grabación y creada en el 2002 para el 150 aniversario del nacimiento de Francisco Tárrega. Con apenas un par de concesiones a la música del compositor romántico y al lenguaje contemporáneo, este concierto es más una banda sonora descriptiva; de hecho, comparte material con la película cubana Memorias para el subdesarrollo para la que Brouwer creó la música. La madurez del concierto para guitarra llega a su punto álgido en las piezas seleccionadas para este CD, ha sido una evolución lenta pero la espera ha dado sus frutos: la manera en la que el instrumento ha mantenido su idiosincrasia mientras dialoga con la orquesta sitúa esta estructura en una posición que solo puede desarrollarse favorablemente.