Sir Maggini Quartet
La dedicación que el Maggini Quartet ha volcado en la música de cámara británica, solo tiene parangón con la que el Cuarteto Arditti ha tenido con la música contemporánea. Al Cuarteto inglés, fundado en 1988, no le recuerdo alguna grabación fuera del contexto británico; alfabéticamente hablando, desde Alwyn a Walton, sus discos en Naxos han recorrido las obras de cámara (especialmente cuartetos de cuerda, pero también otras con diferentes solistas invitados) de Arnold, Bax, Berkeley, Bliss, Bridge, Britten, Elgar, Ireland, Moeran, Rawsthorne, Rubbra y Vaughan Williams (no están todas las grabaciones del Maggini en Naxos; faltan, por ejemplo, los Cuartetos del galés Ronald Corp o la integral de Peter Maxwell-Davies, entre otras obras). Hay mucha más música británica dispuesta a ser grabada, pero una de las cualidades del Maggini es que todo lo que han grabado es realmente buena música (salvo excepciones), dejando en el tintero repertorios de “relleno”. En otras palabras, esta es la música británica que hay que tener, si se es un fiel admirador del género del cuarteto de cuerda y de la música de cámara.
Es cierto que no todas las obras de esta caja son el Quinteto con piano de Elgar (una grabación colosal, con Peter Donohoe) o el Tercer Cuarteto de Britten (incluyen la integral de los Cuartetos del autor de Peter Grimes, con una deliciosa Simple Symphony, no siempre interpretada en la versión de cuarteto de cuerda), pero la calidad de esta música es muy alta, con sorpresas como los Cuartetos de Malcolm Arnold (su Primero huele a Berg y Bartók, dejando el Maggini constancia de su clase en los pizzicati del Vivace). Más música de primera, los Cuartetos de Arnold Bax (me ahorro el “Sir” que tiene cada compositor), en especial el Segundo en la menor, de ornamentada elaboración. O los dos de Ralph Vaughan Williams, con el curioso Phantasy Quintet y sus hermosos lentos, marca de la casa, aquellos de los que se mofaba con socarronería Thomas Beecham. Otro disco excepcional es el dedicado a Walton, con el Cuarteto en la menor y el Cuarteto con piano en re menor, de nuevo con un Peter Donohoe magistral.
Entre los solistas, destaca el clarinetista Robert Plane en la música de cámara de John Ireland, que parece tener al clarinete como eje de su producción (Ireland presenció el Quinteto con clarinete de Brahms por el Cuarteto Joachim y Mühlfeld, que le dejó una profunda huella). Plane se luce en el Trío en re mayor y especialmente en la Sonata Fantasía y en la bella miniatura The Holy Boy. Tampoco se debe dejar de citar la integral de Cuartetos de Edmund Rubbra, con dos discos repletos de grandes momentos, colaborando el gran pianista Martin Roscoe (destaca su Cuarteto n. 2, donde el inglés muestra su deuda musical hacia su maestro Holst, pero también hacia otras fuentes de inspiración tan británicas como el madrigal isabelino, presente esta influencia en otros autores de esta caja).
Si el lector es amante de la música de cámara, tiene una cita en el té las cinco con esta caja, un regalo para la intimidad en la escucha de esta música.
Gonzalo Pérez Chamorro