Siempre nos quedará París, o eso era al menos lo que muchos artistas decían tras haber pasado por esta reconocida capital del arte. Una urbe repleta de músicos bohemios, algunos oriundos de Francia, otros forasteros atraídos por la luz que emergía a través del Sena, dando vida a todo tipo de inspiraciones y tendencias que circulaban en torno a un mismo imán, Lutecia. Todos los trabajos, aquí brillantemente expuestos, giran conceptualmente alrededor de la ciudad y el sonido hermoso de la viola. Desde el Liszt visionario de su última etapa creadora; una transcripción de la propia Villanueva de la Sonata para violín de Granados, interpretada con suma delicadeza y expresividad, que realza todo su sugerente clima sensual de delicadas texturas de armonías cromáticas; la música de salón de Hahn; y quizás las dos obras más interesantes de esta grabación: las de Martinu y Enescu.

Lucidez interpretativa del dúo, impregnándose de su esencia rapsódica intensamente lírica e impregnada de expresiones populares, con cadencias de ambos instrumentos enmarcadas en una robusta arquitectura, bajo las líneas melódicas extendidas de la viola. Cierra el disco con el contrastante impresionismo de Debussy. Todo un puro ejemplo de virtuosismo, precisión y sensibilidad en un registro realizado con mucho mimo, como ópera prima que es.

Luis Suárez