Tras sus años de esplendor discográfico con el sello Sony, Midori se sumió en un largo silencio que se rompe ahora con la aparición de un registro concertante (Hindemith, ver en este mismo número) y este camerístico. La violinista japonesa ha seguido en activo, por supuesto, pero los sellos son caprichosos en sus decisiones y necesitan nutrirse constantemente de nuevos nombres, olvidando a veces a los grandes que ya tenían contratados. Basta escuchar el comienzo de la infrecuente Sonata n. 2 de Bloch para corroborar que Midori sigue siendo tan extraordinaria violinista como antes. A tenor de lo aquí escuchado podría decirse no sólo que retiene lo que tuvo en su día, sino que toca incluso con mayor madurez, con un sonido más rotundo y hermoso, con una personalidad más marcada. Todo en este disco es admirable, desde la elección del repertorio (excepto quizá la Sonata de Shostakovich, las otras dos obras raramente han sido grabadas) hasta la prestación del pianista Özgür Aydin, mucho más que un simple comparsa. Midori recuerda al mejor Menuhin en Bloch, supera a Mullova en Janácek y está a la altura de Oistrakh, Mintz o Rachlin en Shostakovich. El disco, como es habitual en Onyx, suena muy bien y supone un felicísimo reencuentro con una de las mejores violinistas de las últimas décadas. Y que nunca ha dejado de serlo.

Luis Gago