Evelyn Lear, Rudolf Schock, Paul Schöffler, Gisela Litz, Kurt Equiluz, etc. Orquesta Sinfónica de Viena / Karl Böhm. Escena: Otto Schenk.
Arthaus, 101687 (DVD)
¡KARL BÖHM!
No fue Berg un profeta en su tierra, precisamente. Ninguna de las dos versiones hoy existentes de su radicalmente maravillosa Lulu fueron estrenadas en la capital austríaca. La pieza en dos actos, que el compositor dejó a medias, pues cuando murió solo había trazado el plan orquestal del tercero, lo fue en Zurich en 1937, dos años después de su fallecimiento. Y la segunda versión, que fue completada por Cerha con gran fundamento tras la muerte de la esposa de Berg, la cantante Helene Nahowski, que se había negado tajantemente a ello, en París, en 1979. Este DVD recoge la primera representación vienesa de Lulu, el 9 de junio de 1962, es decir, 27 años después de la desaparición de su autor. La función, que subió a escena en el Theater an der Wien con la Orquesta Sinfónica de Viena y fue filmada para la televisión austríaca, fue objeto de elogiosas críticas, que en todo caso se escoraron más hacia la propia música que a los intérpretes.
El encargado de la puesta en escena fue el, por entonces, joven Otto Schenk, mientras que del foso se encargó Karl Böhm, que en aquel momentos era ya un experto y maduro director de orquesta; tenía 68 años. Böhm y Schenk contaron con los más plausible cantantes de por entonces para abordar el proyecto, pero, tras ver hoy el DVD, podemos afirmar que, en general, los resultados obtenidos no pasaron de lo discreto. A Evelyn Lear, una estupenda actriz, se le pidió una aproximación muy realista y carnal al personaje, pero si bien físicamente lo salvó escénicamente (aun en un exagerado tono, algo que hoy no se ve así, desde luego), musicalmente no estuvo a la altura que requiere una parte musical tan compleja vocal y sicológicamente. A Rudolf Schock, Paul Schöffler y Kurt Equiluz, como Alwa, doctor Schön y pintor, respectivamente, les sucedió algo parecido. Bien dirigidos como actores, resultaron toscos cantando. Y la condesa de Gisela Litz fue igual de parca y en cierta medida superficial. En realidad fue un espectáculo que si bien en aquel momento pudo resultar atractivo, hoy día parece frío, distante e inveraz.
Con una importantísima excepción. Schenk y los cantantes no lograron conectar con la partitura, cosa que Böhm desde el foso sí supo hacer desde el primer momento. Su gesto, arduo, seco y aparentemente impreciso, actuó como un cuchillo sobre los profesores de la Sinfónica vienesa, extrayendo de ellos todo lo que una orquesta de esas características (es decir no la Filarmónica de Viena, sino la eterna número dos de la ciudad) podía dar. Fue un trabajo extraordinario, que seguramente resultaría para los músicos de una dureza inhabitual. Böhm sabía desde el minuto uno quién era Berg y qué era Lulu. Los demás, bastante a medias.
P.G.M.