Anna Samuil, Waltraud Meier, Peter Seiffert, Wolfgang Koch.
Conjunto Vocal de la Catedral de Colonia.
Orquesta del West-Eastern Divan.
Dir.: Daniel Barenboim.
Decca 4784245 (5 CDs)
BEETHOVEN PARA TODOS
Con el título “Beethoven for All” (o “für Alle”), que debe de referirse a su vocación de llegar a muchos melómanos, gracias en buena parte a su bajo precio (siendo como es una novedad rabiosa y, además, una versión de campanillas), se edita este álbum de sólo 5 CDs que recoge las 9 Sinfonías interpretadas en público en la Philharmonie de Colonia entre el 23 y el 28 de agosto de 2011, conciertos en los que quien escribe estuvo presente. Aprovechando y recogiendo con acierto la maravillosa acústica de la sala, los discos suenan espléndidamente, con sonido muy natural, de impecable empaste y a la vez muy diáfano.
Si el ciclo sinfónico de Barenboim de 2000 (Staatskapelle Berlin, Teldec) estaba ya entre los más recomendables de cuantos existen (también por la toma de sonido, más en primer plano que la actual), creo que este lo es aún un poco más. De Barenboim ya se sabe el Beethoven que se puede esperar: me refiero al hondo y largo conocimiento, a la asombrosa afinidad, al verdadero hilo directo que parece tener desde hace medio siglo con el compositor. Pero no siempre es previsible su forma de hacerlo, claro, porque ha ido cambiando con el tiempo e, incluso, en función del día y el momento en que tiene lugar el acto de la interpretación. Además de los dos ciclos completos, son muy numerosas las Sinfonías que se le han escuchado, en CD y DVD, además de en concierto, y de sobra sabemos que puede ser imprevisible el enfoque de cada ocasión. Por suerte, no existe una única imagen fija, por muy perfecta que sea, que dé por sí sola la medida de todo lo que razonablemente se puede extraer de una sinfonía del genial sordo. Por eso está muy bien tener en una buena discoteca visiones diversas de una misma gran obra, y por eso hay que recalcar que, aunque lo digamos muchas veces, no existe ni puede existir la versión definitiva de tal sinfonía. Podrá ser la que más nos guste, pero no es lo mismo. Y, además, y en particular en el caso de Beethoven, la Heroica, la Quinta, la Novena, no caben –por así decirlo– en una sola interpretación. Lo que no significa, de ninguna manera (esto parece olvidarse a veces) que quepa todo, cualquier enfoque o realización: hay algunos que deben ser descartados. Pero para hacerlo hay que tener, me parece, unos criterios –subjetivos, por descontado, pero forjados tras muchas escuchas– que nos permiten entusiasmarnos con dos versiones muy diferentes entre sí de una sinfonía y rechazar otras como erradas o inaceptables.
Intentando sintetizar en qué se distingue este ciclo del anterior, diría que el de 2000 era casi siempre más encendido, rebelde y aristado, a veces casi rudo y agresivo, mientras que el nuevo es más clásico: de sonoridades menos incisivas o ásperas, más sereno y equilibrado, muy cantado, más humanista, seguramente más maduro. Quizá, por ello, también, menos radical y menos discutible. Aunque puede que, para algunos paladares o para determinadas situaciones, resulte menos atractivo. Los tempi suelen ser ahora menos extremados que antes. También hay mayor atención aún a ciertos detalles o recovecos –y no sólo en lo que se refiere a las voces secundarias–, en los que ahora se puede reparar más. Y todo ello sin que haya pérdida de dramatismo o de fuerza en los vectores de tensión. Lo más asombroso de estas interpretaciones es quizá la naturalidad con que todo fluye y la sensación de lógica que jamás decae; esa infrecuente sensación que tenemos casi en todo momento al escucharlas de que todo está motivado, de que deben ser así. (Esa lógica, esa motivación nada gratuita es algo que percibo cada vez más en el Beethoven de Barenboim. Está ahí desde hace décadas, pero ahora creo percibirla mejor. Me ayudaron a ello las clases que imparte a varios pianistas en su álbum de DVDs, EMI, con las 32 Sonatas).
Para mí, en 2000 Barenboim rozó el cielo en las seis primeras Sinfonías, y hubo ciertos altibajos en las tres últimas. En 2011 estas son ahora claramente superiores, si bien yo las dejaría, para entendernos, en un 9,5, y no en el 10 que les otorgaría a la 1ª, la 3ª, la 4ª y la 5ª. En cambio, me han gustado ahora algo menos la 2ª y la 6ª, a causa en ambas de sus movimientos lentos, un poco más movidos de lo que prefiero. Les pondría un 9. En todo caso, repasando algunas de mis calificaciones personales, encuentro que ningún ciclo anterior, ninguno, me merece, en conjunto, calificaciones tan altas. Es decir, que, en mi opinión, su recomendabilidad es altísima. Máxime teniendo en cuenta lo bien que suena y lo poco que cuesta.
Algunos me podrán decir que cómo recomiendo por delante de cualquier otro ciclo uno con una orquesta juvenil, cuando hay grabaciones con los conjuntos sinfónicos más reputados del mundo. Pues, señores, pasen y escuchen: no darán crédito a sus oídos. ¡Qué pura maravilla de orquesta ha logrado Barenboim en pocos años, a base de músicos heterogéneos y poco o nada experimentados! Suenan a Beethoven (a como Barenboim le gusta que suene Beethoven) de forma modélica; la cuerda es de una flexibilidad, perfección articulatoria, belleza de sonido y empaste admirables; en la madera hay solistas excepcionales (flauta y oboe, sobre todo); las trompas son una gloria, y los dos timbaleros, auténticos virtuosos. No menos importante: el convencimiento de lo que hacen y su entusiasmo empapa siempre estas interpretaciones.
Por dedicarles sólo unas palabras a cada una de las Sinfonías: la Primera me suena más mozartiana que la anterior, que tal vez miraba algo más a Haydn. La Segunda sería tan extraordinaria como la de 2000 de no ser por un Larghetto más danzable que contemplativo. La Heroica es sencillamente colosal, una de las más sobrecogedoras de la historia del disco. Hay un momento de la Marcha fúnebre en el que nos asoma y nos deja al borde del abismo con un piano subito espeluznante (minuto 6’24”). Una pura maravilla la Cuarta, con dos excelsos movimientos iniciales, de sensibilidad extrema. Versión menos exaltada, más próxima que la anterior Quinta a la famosa de Furtwängler con la Filarmónica de Viena en EMI, o a la digital de Solti con Chicago; perfecto equilibrio entre dramatismo, monumentalidad y fuerza controlada, no hay triunfalismo ni “embriaguez en la victoria”. La Pastoral, sensual, cálida, ardorosa, flojea por una Escena junto al arroyo que preferiría (como en 2000) más sosegada. El Finale de la Séptima no es un torbellino tan descontrolado; más lúdico, festivo y optimista, pues, que arrollador. Pero no menos irresistible. En la Octava anterior resultaba discutible un desaforado, tumultuoso Finale, ahora de nuevo incandescente pero, en cambio, diseccionado hasta el límite y soberbiamente expuesto. En La Novena el Adagio conmueve sin sentimentalismo, pero el mayor logro lo constituye el final, con una introducción orquestal antológica. Más que bueno el Coro, algo apuradilla la notable Samuil (que sustituía a la sensacional Harteros), perfectamente integrada en el cuarteto la Meier, valiente y brillante Seiffert y suficiente (¡no es poco!) Wolfgang Koch (reemplazando a Pape). Muy bien equilibrados en la grabación los distintos elementos, algo no muy frecuente.
“Beethoven for All” es el título de una serie, que continuará con las 32 Sonatas (el audio de los DVDs de EMI) y los 5 Conciertos para piano (el de los DVDs y el Blu-Ray de EuroArts), siempre con Barenboim. Que es, desde hace años, el músico que más discos de Beethoven ha grabado hasta la fecha, con mucha diferencia.
A.C.A.