Si Thielemann suele decir que la orquesta más pequeña de Wagner pero la que más ruido hace es la del Holandés, las dimensiones de la OSG, no tan abultadas como en otros versiones, suenan con grandeza, nobleza y una calidad instrumental bárbara (este disco, conviene recordarlo, es cien por cien made in Spain). Iván Martín se pluriemplea tocando y dirigiendo, algo que hace cada vez con mayor asiduidad y cada vez mejor. Iván nos descubre la emancipación del piano frente a la orquesta y las intenciones de esta de mantener el orden clásico. Interpretativamente, las frases nos enseñan a un descomunal fraseador, con un sentido delicioso del color y el ritmo, un camino por una manzana entre las Mozart y Beethoven Straße, tal es la combinación de ambos estilos. Es fácil sentirse extasiado por el ambiente del Adagio del n. 2, excepcional, pero más efecto hace cuando da paso al exultante Rondo, esta vez menos exultante, pero que inteligentemente va tomando vitaminas en un crescendo de emociones fulminante, con un leve toque de improvisación en cada repetición de las frases populares de las que se nutre. El n. 1 es apasionante, la preparación orquestal de la cadencia es sensacional, como exquisita es la fluidez del lento, el sentido cantábile pero su adecuación stacatto-legato con las maderas, una combinación terrenal y espiritual, como un paseo por la tierra y por el cielo.

Gonzalo Pérez Chamorro