A la vista de lo fenomenales que son sus interpretaciones de Haydn, era de esperar que las del joven Beethoven, su directo continuador, serían también admirables. Lo son; en todo caso, la continuidad entre uno y otro compositor queda clara en estas versiones (esa tremenda vitalidad, esa fuerza, esa espontánea frescura) que manifiestan y transmiten con entusiasmo asombro ante la inagotable inventiva de unas y otras partituras. Pero también es cierto que no confunden a uno y otro autor, pues los elementos nuevos que el joven Beethoven aporta, esa cierta insolencia con que el dotadísimo joven marca ciertas distancias con su maestro, también afloran en estas versiones. El grupo del que más cerca se hallan es el Cuarteto de Tokyo en su grabación RCA de 1993. Tienen en común con ellos un enfoque generalmente similar, si acaso algo más juvenil e impetuoso aún y desde luego una perfección técnica aplastante, casi insultante. Me atrevo a decir que el cellista del Jerusalén, Kyril Zlotnikov, es aún superior a su colega del Tokyo, el también extraordinario Sadao Harada. Ojalá este sea el comienzo de la grabación de todos los Cuartetos de Beethoven. Espero que el Jerusalén, para mí el mejor cuarteto de nuestros días, esté ya preparado para tan monumental reto. Además, nunca he escuchado un cuarteto de cuerda mejor grabado.

Ángel Carrascosa