Ernst von Dohnányi (1877-1960) sufrió el fenómeno de la cancelación cuando aún no se había acuñado este término. Cancelación injusta, verdaderamente paradójica, ya que fue acusado de colaboracionismo con los nazis por el gobierno húngaro tras la SGM cuando la realidad fue la contraria, ayudó a muchísimos músicos judíos. El proceso de rehabilitación de Dohnányi es más lento de lo que se merece: su música de cámara es sin duda una de las más relevantes del romanticismo húngaro tardío.

Dentro de este corpus, destaca el Quinteto con piano n. 2 Op. 26 (1913-1914), que se ha beneficiado de una discreta restauración discográfica. A ella se suma este CD, muy bien grabado y presentado. En manos de Giacometti y del Zemlinsky, la misteriosa introducción se acerca más al Bartók secreto que al habitualmente referenciado Brahms. En el vals con variaciones del Intermezzo y en el conclusivo Moderato también se aprecian esos acentos húngaros dramáticos que más adelante serán la moneda en curso. Alejarse de lo brahmsiano y acercarse a lo magiar se antoja una opción interpretativa bastante razonable.

Quien incidió en el folklore húngaro y se alejó de lo romántico como si fuera una toxina fue Béla Bartók (1881-1945), que también emigró a Estados Unidos, como Dohnányi, aunque por otras razones. La contradicción del disco se halla en que el Quinteto con piano de Bartók (1904) es una obra menos interesante, de juventud, que suena a tradición europea teñida de aromas regionales. A Dohnányi.

Daniel Pérez Navarro