Maestro de generaciones de laudistas, en Toyohiko Satoh reside una sabiduría que va más allá del conocimiento musical. Su capacidad para profundizar en el pensamiento y en la concentración se reflejan en sus interpretaciones, que alcanzan estados de intensa emoción, a pesar, en este caso, de tratarse de un disco grabado en el “Miyama Conseru” en abril de 2014, cuando Satoh contaba con 71 años. No son obras fáciles, en especial Bach, que debe digitalizar de una manera natural, sin percibir su tremenda dificultad (son dos Suites originales para cello solo -viola da gamba-). En Satoh el ritmo fluye como fluye un río en Japón, aislado del ruido incesante de la ciudad, la belleza de su discurso musical y de sus frases son mágicas y la concisión al sonido es bella, sin alcanzar interpretaciones de otros laudistas más lujuriosas en lo sonoro (por ejemplo José Miguel Moreno). El disco comienza con dolor y acaba con dolor, sendas Ciaconas de Weiss se encargan de abrirlo y cerrarlo, dejando al oyente en un extraño trance, especialmente por la desgarradora Ciacona en sol menor, una lamentatione tan bella como dolorosa, un hermoso broche a un disco que debe ser escuchado una y otra vez para encontrarle todos sus secretos. Por ahora, el testamento de un maestro.

Gonzalo Pérez Chamorro