Dentro de una colección que recoge grabaciones de sus compositores preferidos, el volumen octavo del pianista de Odessa Boris Bloch está dedicado a Bach, sobre el que escoge una serie de obras, desde una selección de Preludios y Fugas del Clave bien temperado a las Partitas ns. 1 y 2, la Suite Francesa n. 5, el Concierto Italiano o los arreglos en los Conciertos BWV 971 y 972. Es decir, un álbum de fotos bachiano donde se encuentra lo que más ama.

El arte de Bloch es inmenso, comencemos por ahí. Asimilando las enseñanzas y relaciones personales con Rosalyn Tureck y Tatiana Nikolayeva, la profundidad, hondura, belleza de sonido, elegancia y ausencia de recargamientos innecesarios (adornos superfluos) son constantes, pero hay algo más, que es el entendimiento de cómo debe sonar cada obra de Bach al piano, del color, la transparencia, la energía, el ritmo y la unidad y continuidad dramática de cada pieza. Tomemos la Fantasía en do menor BWV 906, sobre la que ya dejaron constancia irrepetible Richter o Edwin Fischer. La progresión dramática que hace Bloch solo es comparable a estos genios, dotando de naturalidad y profundidad su discurso. Y si nos acercamos a una música tan tocada como el Preludio que abre el primer libro del Clave bien temperado, la inmensa belleza con que traduce la recogida gloria que Bach escribe en Do mayor rara vez se ha escuchado con tal hermosura. Este es un Bach de verdad, de un maestro.

Gonzalo Pérez Chamorro