Somos contingentes, pero Bach es necesario
Hace poco debatía con otro bachiano irredento sobre nuestras preferencias con las Cantatas de Bach, que si Herreweghe, que si Gardiner, que si Suzuki… El lector habitual probablemente sabrá que en este pueblo es verdadera devoción lo que tenemos por Lutz, así que antes de meternos en faena explicaremos algunas cuestiones, porque para llegar a catar esta caja de 14 DVD, primero tiene que existir una institución como la Bach Stiftung, ese grupo de profesionales entusiastas que maneja recursos casi ilimitados con el objetivo de dar mayor lustre a la monumental obra del Kantor. El presupuesto, siendo importantísimo, no es nada sin la pasión y conocimiento para abordar estos proyectos, y ahí es donde entra Rudolf Lutz, ese hombre discreto que se mete al público en el bolsillo desde el primer minuto, cantando y haciendo cantar las líneas maestras y desmenuzando cualquier fragmento esencial para la comprensión de la música, con esa maravillosa forma de vivir la música que después interpretará y su facilidad para transmitir su experiencia al oyente.
A la postre, la profunda cohesión que se palpa entre los objetivos rectores de la institución y la capacidad de su brazo ejecutor de plasmarlos, son los hechos diferenciadores que nos hacen amar a Lutz y la Stiftung. Es un entramado destinado a transmitir un Bach trascendente: Bach es el todo, la inabarcable sucesión de capas, ideas, motivos, polifonía, técnica y emoción a un nivel sublime. Sin importar el número de pasadas que le des, seguirá revelando cosas nuevas que no habías visto antes. Esa riqueza musical infinita en la que todo está interconectado, es el perfecto universo bachiano.
Aquí se vive Bach y no se conforman con interpretar la cantata de turno con los mejores músicos, sino que previamente hacen una introducción teórico-práctica en la que los distintos especialistas analizan textos, significados, contexto y claves musicales, haciendo la cantata transparente al público y situándolo en la mejor posición para comprender la interpretación. El sistema es simple y eficaz y envidiamos la implicación del público cantando, porque es como se hacía y como debe ser: la Música como máximo instrumento para la comunicación e íntimo gozo del ser humano.
Llegados aquí, uno tiene la sensación de que se ha alcanzado un grado de madurez en la interpretación de Bach difícilmente observable en grabaciones antiguas: es plena y no se me ocurre cómo podría mejorar. Hay formación y nivel técnico exquisitos en las nuevas generaciones de músicos, hay apoyo investigador musicológico y sobre todo, se ha alcanzado una especie de espíritu bachiano total: se encontró la piedra filosofal que deja sonar al genio en su esplendor y el Bach de ahora es más Bach que el de hace cincuenta años. Es cierto que a condición de que las notas estén dadas en su sitio, Bach admite casi cualquier interpretación, sin importar si usas un balafón (“Lambarena, Bach to Africa”) o eres fan de la megalomanía de Richter: existen tantas interpretaciones válidas como intérpretes.
Lutz, el artífice, se ubica cómodamente en este bosque con una propuesta tan simple como consistente: su Bach suena “muy Bach”, posiblemente más que el del vecino. Es auténtico, emotivo, austero o adornado, siempre intenso y honesto. Preciso, transparente con voces, relaciones, contrapuntos, diseños, textos… y transmite la certeza de que todos creen firmemente en Bach. Parafraseando al añorado Cuerda, si hay directores que unos días huelen a colonia y otros montan en bicicleta, Lutz siempre es de los primeros. Mantener sin fisuras ese nivel a lo largo de decenas de Cantatas tiene un mérito al alcance de pocos.
Siendo así y teniendo en cuenta sus postulados (cada Cantata es como escalar un Himalaya), empezaremos hablando de la Cantata BWV 39 Brich dem Hungrigen dein brot, sólo porque es la misma grabación registrada en su entrega 43 en CD y la tengo reciente. Únicamente nos remitiremos a la llegada del compás 14, cuando el oyente es arrebatado por la emoción de la Música y comprende que los músicos existen para hacer del mundo un lugar mejor y que ese lugar no se entiende sin Bach.
Siguiendo ya la ordenación de catálogo, la Cantata Lobet Gott in seinen Reichen BWV 11, es una Cantata de la década de 1730 cuya gloria festiva y rica orquestación son reflejo de la magnificencia del proyecto Bach Stiftung. Todo es perfecto, la disposición de coro y orquesta, la luminosidad del lugar o la respuesta de un público acostumbrado a cantar. Este conjunto destila amor por la música y dominio absoluto del universo Bach.
BWV 14
Esta Cantata sobre textos de Lutero se estrena en enero de 1735, siendo una las últimas para el servicio de Leipzig. Habla de la confianza humana en el poder protector de Dios, cimentando el discurso en un contrapunto infinito, inestabilidad tonal, y un cromatismo inquietante, lejano a otras cantatas. Abre con un número inicial anormalmente extenso y a lo largo de la Cantata destacan los interesantes diálogos corno/cuerdas, o el delicioso dúo de oboes obbliggato en el aria de barítono.
BWV 19
Su coro de entrada fue pionero en la recuperación de Bach, usándose como música dominical en las iglesias principales de Leipzig ya en 1819, mucho antes de los impulsos de Mendelssohn. Para la ocasión, Lutz y público se atreven con una cabeza de coral de agilidad ciertamente complicada. Pero el auditorio la gestiona con envidiable dignidad y se evidencia una vez más la complicidad que alcanzan uno y otros.
El coro inicial es el torrente de la vida, que llega como impactante lluvia de semicorcheas, de voces que vienen de mil fuentes. Transportan al oyente al nirvana, en colaboración con el empuje eterno del continuo, los metales apocalípticos y una orquesta contundente. La partitura es soberana y son sus mejores súbditos. Engel bleibt mei mir de tenor es una gloria y el coral final es de una majestuosidad sencillamente abrumadora.
BWV 28
Estrenada en Leipzig el domingo después de la Navidad de 1725, "¡Loa a Dios! El año está llegando a su fin. Lo nuevo ya se acerca”. Lutz lo celebra mostrando unas más que notables capacidades de sopranista, mostrando a la audiencia cómo enlazan los motivos entre voces. La excelente aria de soprano cede el paso a un coral en movimiento continuo, donde las voces se pasan el testigo en un modo casi circular.
BWV 31
En esta Cantata de Weimar de 1715, dice Bach que “¡El cielo se ríe! La Tierra se regocija”. Y Lutz también, tarareando voces e imitando el contrabajo. Y nosotros, desde la sonata inicial, con la dosis de gloria para el ser humano que nos regala el primer coro, a pesar de la notable desconsideración a las voces con la que escribe el Kantor. Pero se lo perdonamos; las dos líneas de sopranos tal vez no… habría que preguntarles. El aria de bajo presume de variedad de solistas buenos y discute con una figuración juguetona las maledicencias sobre la agilidad de los bajos, porque Bach también tenía su aspecto lúdico. La maravilla está en el aria de tenor, luminosa, optimista, grande: disfrute, para enlazar en otro increíble viaje melódico con oboe y soprano en perfecta armonía.
Me remito a mi anotación inicial: “si dispones del dinero que cuesta la caja, la inversión en felicidad no tiene precio”.
BWV 41
Esta Cantata es una alabanza a Jesús en el Año Nuevo de 1725, de la que destacamos el impacto contundente del coro inicial y el rico color de las arias con oboes 1, 2 y 3, eternos melismas de gloria melódica y un fragor de batalla que tapa alguna cosilla menor en los diabólicos metales naturales. No importa lo más mínimo, pero así sacamos algún defecto insignificante que humanice este monumental proyecto.
BWV 101
Estrenada en Leipzig en agosto de 1724, es una de las primeras composiciones eclesiásticas de Bach publicadas en el curso de su redescubrimiento romántico. Como Bach también posee el registro de crudeza, el comienzo es más inestable, oscuro y atormentado de lo que nos tiene acostumbrados, sintetizando tradición (notación alla breve) y modernidad (oboes y cuerdas). Discutimos la elección del violín para el aria de tenor en lugar del más amable traverso que se usa en otras grabaciones, pero como la partitura da las dos opciones, no haremos drama del asunto.
Una complicada aria de bajo (ese día estaría enfadado con el mundo) se dulcifica con oleadas melódicas desde el dúo de oboes, pero el jefe se reconcilia con la Humanidad y nos regala un dúo de llorar, con el traverso dialogando con el oboe da caccia hasta que se unen alto y soprano y completan la maravilla. Es Bach.
BWV 117
Las investigaciones más recientes sospechan que se creó como música de cumpleaños para el duque de Sajonia, idea que apoya el tono elegante de tutti, flautas y oboes. El continuo empuja con el poderío y fluidez de un motor de gran cilindrada, gestionando las hemiolias que es pura gloria para el oído. Las melodías caminan gentilmente, cediéndose el paso, una necesitada de la otra, sublimando el trabajo colaborativo: es la metafísica bachiana, si existiera algún Dios, esta sería su voz.
BWV 203 & 209
Bach puede permitirse incursiones en los terrenos que le parezca, pero creo estar escuchando algo que no es exactamente él. Suena poco natural en el terreno de las traiciones de Cupido, pobre en instrumentación respecto a lo acostumbrado y con un bajo poco afortunado en lo de la dicción, que no fluye, al igual que nos falta el gracejo y la facilidad melódica presentes siempre en Bach y que tan bien dominan los italianos. Al 203 le faltan la contundencia y peso que sí tiene el 209 desde el primer compás. Será porque incluye la necesaria sinfonía de apertura, o por la presencia del traverso marcando carácter… Da igual, esto es otra cosa, con su continuo poderoso y un aire brandemburgués más mundano y atractivo, aunque nunca sería el disco favorito de la caja.
BWV 211
Probablemente no haya escuchado lo suficiente a Bach como para apreciar la comicidad como una de sus características, el caso es que no la encuentro. Esta Cantata del café es una extraña mezcla de estilos, donde Bach imita a los italianos en su campo. Perdónenme la herejía, pero no brilla, la música tiene una liviandad y un humor que escuchamos impostados. Y es que en el campo del divertimento italiano, La serva padrona va por delante; esto es Bach pero no es Bach, ustedes ya me entienden.
BWV 235 & BWV 236
Dos Misas, de las que hablaremos en conjunto porque se reciben casi como añadido al paquete de 12 DVD. “Misa” y “añadido” no casan bien en el universo bachiano, pero aquí se interpretan en un recinto con características acústicas distintas al resto de auditorios y la decisión condiciona el resultado. La interpretación es magnífica, pero no impacta porque todo está al límite de velocidad que el lugar permite. Kyries, Glorias o los melismas eternos del coro final en la 235 confirman definitivamente que no les sienta bien la acústica de la catedral de St. Gallen. Una menor velocidad haría todo más comprensible, aunque menos interesante en intención. Es una pena, porque el Gloria, a mi juicio una de las páginas más bellas de Bach, queda ligeramente desdibujado. Problemas del primer mundo que no emborronan una caja que es toda una inversión en felicidad presente y futura.
BWV 248 (VI)
Cerramos este monumental bloque de música, con esta Cantata VI que va al final del Oratorio de Navidad y se estrenó en Leipzig en enero de 1735, lo hacemos a lo grande, dejando el listón muy arriba para futuras entregas (recordemos que al proyecto le quedan varios años de desarrollo). El Bach más canónico, en íntima relación con la mejor aportación de la Bach Stiftung y el inefable Lutz a los mandos.
Así que sigamos disfrutando.
Álvaro de Dios