Cantatas de BACH (BWV 3, 27, 37, 45, 65, 77, 120, 122, 145, 192, 215).
Coro y Orquesta de la Fundación J.S. Bach / Rudolf Lutz.
J. S. Bach-Stiftung B941 (11 DVD)
El móvil más caro
Si os gusta la tecnología, seguramente estéis habituados a leer algunas reflexiones criticando la escasa evolución del último modelo de teléfono inteligente sobre su predecesor, o clamando al cielo por esa supuesta falta de avances, que les conduce a cierto hastío y a una falsa sensación de insatisfacción, sobre todo en esta época de vertiginosa aceleración de todas las cosas, de urgente necesidad de innovación y evolución, donde no concebimos que lo que ya es perfecto permanezca inmutable. La dialéctica es antigua y el asunto tiene trampa, así como sencilla explicación, porque en ocasiones es verdaderamente difícil mejorar lo que ya es extraordinario; y si añadimos la variable “urgencia”, entonces resulta imposible obtener el necesario tiempo de maduración y reposo de las mejoras.
Imagino que ya sabéis por dónde voy; habrá quien legítimamente piense que este proyecto bachiano es “más de lo mismo”, que se enroque en la crítica despiadada porque este Bach no es novedoso, o se moleste por no encontrar audacias jamás vistas en la lectura de Lutz, o en la ejecución de los (muchísimos) intérpretes, o que lamente la similitud con alguna tradición canónica que ya habíamos escuchado antes en Gardiners, Suzukis, Herreweghes y tantos otros. Y seguramente tendrán razón, pero se habrán quedado en los árboles previos al bosque, en una visión incompleta que obvia la verdadera realidad: este proyecto (en su conjunto) y esta caja de DVD (en concreto) son ese móvil caro, cumbre de la evolución, que incorpora todos los posibles avances conocidos por el ser humano, que tiene el encanto (¿o el aburrimiento?) de la perfección. No toques lo que funciona, no se puede mejorar lo que es perfecto.
Bueno, pues ya lo hemos dicho, ahora puedes ahorrarte el resto de la lectura o venir a llamarme inmovilista, que estará bien (pero en Twitter, eso sí, que es el sitio de discutir). Pero si decides quedarte, te cuento mis motivos para tener tan elevada estima de este proyecto, a la vez que intento responder a la pregunta de qué insignificante crítica se puede hacer ante semejante magnificencia y perfección.
Sobre el primer punto, hay muchas claves, pero elegimos una: la Fundación Bach Stiftung maneja un proyecto faraónico, con planes de mantener sus lanzamientos hasta 2030. De momento, el nivel está confortablemente asentado en el Olimpo de la perfección, sin que existan nubes en el horizonte que hagan sospechar imposibilidad de mantenerlo. Y estamos hablando de más de doscientas cantatas, que "se orientan con absoluta precisión al sentido de la palabra", objetivo que alcanzan apoyándose en un estudio teológico para desmenuzar previamente la cantata al oyente y facilitar la comprensión del texto, con una ejecución estructurada en interpretación, disertación y nueva interpretación.
Me consta que en España ha existido un proyecto con idéntico objetivo de difusión musical al de esta fundación (e incluso anterior en el tiempo), aunque con menores pretensiones (grabaciones y publicaciones quedaban fuera), que lamentablemente se abortó por cuestiones económicas tras un buen número de Cantatas, lo que me lleva a vigilar este con profunda y sincera admiración, a la vez que sana envidia.
Aquí se percibe una dotación presupuestaria magnífica e inusual en los tiempos que corren (sobre todo en el caso de la llamada música antigua), que explica muchas cosas, pero no resta ningún mérito a los resultados, dándose las circunstancias para que un grupo de profesionales entusiastas trabaje con dedicación el objetivo de difundir Bach. Dice el presidente de la Fundación que están "al servicio de la palabra", y para ello disfrutan de un engranaje perfecto, en el que todas las cuestiones externas (administración, logística, organización) funcionan con idílica lubricación, para que la música brille en todo su esplendor.
Respecto a la crítica, seamos honestos: se pueden poner muy, muy pocas objeciones a esta producción, aun intentándolo y poniéndonos quisquillosos. Fijaos, que incluso me pareció escuchar algún ligero desajuste en el coral inicial en una primera y rápida pasada a la BWV 27, y admito que casi hasta me alegré de poder sacarles algún defecto, por nimio que fuera, porque nos acercaría a esta gente a lo humano. Pero nada, los desajustes son inconcebibles en este perfectísimo reloj suizo con espíritu expresivo más sureño.
De las virtudes ya hemos hablado de pasada: las tiene todas, luego se puede aportar poco por ahí. Lutz es muy consciente de lo que se trae entre manos y compara cada Cantata con “una subida al Himalaya”. Nunca he estado en el Himalaya, pero sí conozco las dificultades de preparar una Cantata de Bach, de modo que ratificamos y celebramos la meticulosa seriedad con que trabaja esta gente.
No tiene demasiado sentido analizar disco por disco, sobre todo porque el pack de once es indivisible. Pero no temas, la probabilidad de que te sientas defraudado con alguno de ellos fluctúa entre remota e imposible, porque el cuidado por el detalle es infinito, aunque sin llegar a los extremos de falsear resultados en postproducción, como sí se hace en otros géneros; y la música es siempre sublime, sin discusión posible.
Tenemos el omnipresente recurso bachiano de hacer reinar el motivo del coral en alguna de las voces, sobre base de delicioso contrapunto adjudicado al resto de cantantes y orquesta, que resulta un placer indescriptible cada vez que aparece, y son muchas. Tenemos a un bajo magnífico en la 122, con un equilibrio perfecto entre expresión, musicalidad, austeridad, emoción... Es que esto es Bach y los intérpretes son "muy Bach", oiga. Y tríos increíbles, que también tenemos, sí. Y a lo largo de los once DVD, da igual si el peso musical lo lleva más el coro, los solistas o la orquesta, porque la sensación siempre es de equilibrio pleno, de experiencia puramente bachiana y trascendente más allá de lo explicable. Y también tenemos a un tenor en la 45 que “exige” ser comparado con esos otros tenores (los que aprietan hasta la extenuación para dar los saltos imposibles), para darnos cuenta de que aquí hay un señor que lo hace fácil, que fluye sobre las líneas. Porque Bach no es fácil, pero tiene que parecerlo. Y están los recitativos, que nadie los escribe como el Kantor (sin ser yo el mayor fan de los recitativos) y aquí brillan con una luz especial.
No nos vamos a olvidar de la precisión quirúrgica de esa magnífica tromba da tirarsi y su musicalidad completa en la 77, ni mucho menos del preciosismo del tenor en la 37, al que uno puede imaginar sin esfuerzo siendo elegido directamente por el dedo del Kantor: “Bernhard, el Der Glaube ist das Pfand der Liebe (La fe es la prenda del amor) lo cantas tú, que lo bordas”. Ni del comienzo sublime de la 3, ni…
El pack es sencillamente espectacular y a mí me faltan calificativos. En resumen, todo gira en torno a eso tan intangible que podríamos llamar “transmitir Bach”, indudablemente uno de los cometidos más elevados a los que puede enfrentarse músico y oyente, para el que la maquinaria de Lutz y sus huestes cumple con excelencia. Así que, como siempre, nos frotamos las manos pensando que queda carrete para seguir disfrutando hasta 2030, por lo menos.
Álvaro de Dios