Tras unas Goldberg y el primer cuaderno del Clave Bien Temperado, volvía el impasible Andras Schiff a los Proms en 2018 con el segundo de los Libros a rematar su titánica faena. 140 minutos de música sublime y divina, ejecutados sin descanso ante el carrasposo auditorio del Royal Albert Hall, que se traga sin rechistar esta homérica gesta, del que hoy es por derecho propio la gran autoridad pianística bachiana.

El húngaro es uno de esos intérpretes con oropel al que se le escuchan todas las notas. Para él la siguiente no tiene valor ni sentido sin la anterior. Esas miles y miles que rondan por su privilegiad cabeza resuenan siempre naturales, cálidas y serenas, ofreciendo un Bach humanista y poético, de refinada ornamentación, con una deliciosa línea de canto y una hipnótica nitidez, que sacrifica el virtuosismo y los malabarismos propios de un Gould, por citar un ejemplo, en pos de la belleza y la pureza del sonido. Siempre al servicio de la partitura y jamás al revés.

Sin gestos ni excentricidades pueriles, pues gracias a su intimismo y tersura parece que esté tocando mientras levita en el salón de su casa. Su privilegiada mano izquierda sobresale en las Fugas, en las que aprovecha para ahondar en el aspecto más abstracto y moderno de la escritura que a veces parece escrita durante el pasado siglo. Como decía Chopin, Bach debe ser el pan nuestro de cada día.

Javier Extremera