Con la Ofrenda musical, El arte de la fuga es una de las composiciones más puramente abstractas no solo de Bach, sino de toda la historia de la música. Lo es a tal extremo que, como bien apunta el clavecinista Ottavio Dantone en las notas introductorias a este disco, ha generado multitud de debates acerca de si es una música teórica o práctica, científica o artística, metafísica o terrestre, racional o emocional… El que la partitura no indique tampoco la instrumentación, esto es, no exija un “color” definido a los sonidos, solo ha hecho que alimentar más la cuestión. En el fondo, tanto da: es una obra tan rica que intentar etiquetarla es solo empobrecerla. Es música pura, y punto.

Dantone la aborda desde unos presupuestos minimalistas en lo que se refiere al dispositivo instrumental: dos violines, viola, violonchelo, órgano y clave que, con alguna excepción (como el Contrapunctus IV), no tocan juntos, sino en combinaciones aún más mínimas o, en el caso de los instrumentos de teclado, también a solo. Evitando, por tanto, cualquier elemento que venga a distraer la atención, empezando por la exuberancia tímbrica, la interpretación persigue comunicar la esencia más íntima de estos pentagramas, su belleza y callada emoción. Y lo consigue. 

Juan Carlos Moreno