Michel Volle, Akademie für Alte Musik Berlin. Gaechinger Cantorey / Hans-Christoph Rademann.
Thomanenchor Leipzig, Thomaskantor / Gotthold Scwarz.
Accentus ACC80571 (3 CD)
LA EXPERIENCIA BACH
Llevaba una eternidad sin reseñas de Cantatas (un largo mes), así que volver a ellas es esa sublime y necesaria recapitulación que nunca cansa a los devotos del Kantor, porque la íntima conexión que se produce entre el oyente y esta Música tan perfecta es una experiencia musical sólo superable por la propia interpretación. El producto se me antoja curioso: sin ser el típico recopilatorio, empaqueta en la misma caja tres conceptos diferentes, como si se quisiera reforzar la conocida idea de que Bach admite cualquier propuesta interpretativa y de paso exhibir músculo con el catálogo de Accentus. Grave y profundo en las Cantatas para bajo, gloriosamente intangible para el estatismo angelical y deliciosamente luminoso en el de Thomanenchor.
No encuentro mucho sentido a profundizar en intérpretes e interpretaciones, porque no hace falta: cada uno brilla en su estilo, en perfecta armonía dentro del pack y recuerdo las enseñanzas del mejor profesor que haya tenido nunca (un abrazo grande, Miguel Ángel), quien dudaba de la utilidad de las críticas demasiado técnicas, ésas en las que nos venimos arriba y detallamos que el Sol 2 del tercer compás del bajo se quedó en unos míseros 90Hz. Se puede, pero debo mucho a Miguel Ángel y no le haríamos justicia a la música en general y a la de Bach en particular; aparte, sospecho que tampoco sería del interés del lector. Por si persisten dudas al respecto, un servidor no detecta ninguna imperfección relevante en este pack, que en lo técnico alcanza la excelencia.
Así que hablemos de estos discos, sin hablar de estos discos, porque ellos ya hablan alto y claro de la importancia de Bach, convirtiendo voluntariamente al intérprete en una sencilla y humilde herramienta al servicio de transmitir una verdad musical superior, que se disfruta de distintas formas, todas igualmente intensas, de modo que sirvan algunos ejemplos rápidos: para una primera receta de felicidad, pones el volumen a tope y aceptas la monumental bofetada de música que llega de Es erhub sich ein Streit, abandonándote al empuje del continuo mientras te mecen oleadas melódicas de fuerte marejada, contundentes coros con la potencia del infinito, majestuosos metales, contrapuntos, subvoces, motivos escondidos y el sentimiento de armonía del cosmos a través de una maquinaria que transita incomprensibles caminos de perfección, una conducción sublime de voces y más voces que tejen la más compleja red de la que nunca jamás podrás ni querrás salir. El resto del disco es igual, porque Gaechinger Cantorey y Rademann ofrecen un Bach vívido, grabado en la opulencia del directo, con un impresionante órgano obbligato y consagrado a la magnificencia de la Música, donde todo suena como una avalancha de verdad musical, una especie de continua revelación de lo que la Música debe ser. Eso es Bach.
Pero seguramente te quedarás con ganas de más, es lógico y ocurre siempre. Así que puedes probar con Thomanenchor Leipzig y su luminoso conjunto de cantatas escritas en la década de los ’20, con una más que competente intervención de coro de niños del que sorprende afinación y traducción de indicaciones complejas del director, como que una coma en la partitura no debe interrumpir la tensión del discurso musical, que aquí fluye libre y sin sobresaltos. Y no es habitual encontrar tal madurez en los coros de niños.
Termina, si quieres, con el bálsamo existencial de Ich habe genug, que destroza el reto de alcanzar una síntesis entre belleza melódica, diversidad armónica y precisión retórica, presentándose al oyente adoptando la forma de santísima trinidad (líneas melódicas sublimes, bajo cálido y oboe, los tres son uno y uno son los tres) para explicar la metafísica bachiana, según la cual esto es mucho más que una suma de notas muy bien colocadas. Esto es, tal vez, la música más exigente que un ser humano hará jamás.
Y la gran ventaja sobre el directo es que puedes repetir la experiencia cuantas veces quieras, reproduciendo en bucle el disfrute sublime. No se necesita más.
Álvaro de Dios