Domingo en el Metropolitan

Aunque con la compañía debutó en el verano de 1966 en un programa doble Cavalleria-Pagliacci en el que encarnó a Canio y Turiddu, Plácido Domingo no cantó en el Met hasta dos años después. Sustituyendo a Franco Corelli en una Adriana Lecouvreur de la que afortunadamente existe registro, recogió un merecido triunfo junto a la simpar Renata Tebaldi, y desde entonces no ha faltado a su cita con el público neoyorquino ni un año. Casi 50 años y 50 roles de sus 148 les ha regalado, por lo que es lógico que aparezca esta caja triple que le homenajea con numerosas grabaciones de archivo recogidas en las famosas retransmisiones radiofónicas de los sábados. Muchas de ellas, podríamos decir que la mayoría, se editan oficialmente por primera vez, aunque tanto en la página del teatro como en el mercado corsario están disponibles desde hace mucho tiempo; lo que no resta interés al producto, pues es todo un placer poderlas escuchar remasterizadas y reunidas como aquí aparecen. Quizás habría sido más interesante una carpetilla más elaborada y cuidada, ya que aunque aparezcan no pocas fotos, se nos antoja bastante básica.

El primer disco se dedica en exclusiva a Giuseppe Verdi, comenzando por el arrebatador Gabriele Adorno que ya maduro encarnó en 1995 junto a Te Kanawa o la Millo. Habría sido lógico terminar el mismo con la grabación como Simone, su primer y quizás más conseguido rol baritonal hasta el momento, pero después de este, que supone la penúltima pista, se sitúa un apasionado “Ah! sì ben mio” con la no menos redonda Montserrat Caballé en 1973. Otello, Radamès, Stiffelio, Don Alvaro o Riccardo son otros de sus roles verdianos más celebrados que no podían faltar y que defiende con unos resultados siempre asombrosos.

En segundo disco está dedicado a Puccini y el verismo en su mayoría, terreno que sus mimbres le permiten bordar. El talento teatral de Plácido Domingo es ideal para este periodo musical, y brilla especialmente su Loris, Dick Johnson o Turiddu.

Y por último, no podía faltar Wagner o el repertorio francés, de cuyas óperas más famosas el tenor ha asumido protagonistas tan dispares como el Eneas de Les Troyens, todo un maratón vocal, su célebre por fraseo e ímpetu Don José o el poliédrico Sansón. Del genio alemán están presentes un final de Lohengrin con reparto estelar, que desde el punto de vista de quien esto escribe es su Wagner más redondo, el heroico Siegmund, el más interpretado en Nueva York, o su alabado Parsifal de 2001 junto a Violeta Urmana. El sonido de las tomas, aunque desigual por provenir de diferentes épocas, es siempre de calidad.

Pedro Coco Jiménez