Martha Argerich & Daniel Barenboim, pianistas.
DG, 4793922 (CD)
Un recital para la historia
De histórico se puede calificar el concierto que tuvo lugar en abril del año pasado en la Philarmonie a cargo de Barenboim y Argerich. Los dos mitos pianísticos, que no tocaban juntos desde hacía más de treinta años, escogieron un programa en el que el plato fuerte fue la versión para cuatro manos de La consagración de la primavera. Pero para abrir boca se sirvió un Mozart auténticamente gourmet, con el sello inconfundible de Barenboim. En las negociaciones interpretativas entre los argentinos, Daniel se salió con la suya en una Sonata para dos pianos K 448 de melodías de altos vuelos, amplias, expresivas, superlativas, marca de la casa. El riquísimo discurso se sustentó en una estructura firme pero también muy matizada y llena de intencionalidad. La amplia paleta de volúmenes completó un conjunto extraordinario, complejo en su construcción pero a la vez muy natural y cercano en su exposición.
Más alta cocina: las Variaciones sobre un tema original D 813 de Schubert sonaron deliciosamente poéticas, libres, llenas de vida. Las conversaciones entre ambos no tienen precio; es difícil ver un nivel de creatividad tan alto, desde el fraseo de cada línea (incluidas las del bajo, donde Argerich maravilla) hasta la concepción global de cada fragmento. La comedida flexibilidad de la pulsación brinda a ambos la oportunidad de mostrar cada inflexión, cada pequeño detalle, para así extraer todo el jugo a la música. En las variaciones más introspectivas, la profundidad musical alcanza unos niveles extraordinarios, que contrastan enormemente con los fragmentos más extrovertidos, rebosantes de vigor como el soberbio finale.
Y como plato principal, Stravinsky. La consagración es una vieja conocida de Barenboim, pero no de Argerich, que se enfrenta a ella aquí por primera vez. Pese a ello, la bonaerense arrasa en este arreglo del propio autor de la obra orquestal, demostrando que sigue siendo una auténtica fuerza de la naturaleza. La interpretación es descomunal, y no me refiero a lo dinámico; lo que hacen estos dos genios con la partitura es simplemente de otro planeta. Difícilmente se puede encontrar una Consagración al piano más demoledora, ya que rompe con muchos clichés establecidos para adentrarse en un terreno donde impera la belleza. Sí, la Belleza. También resulta reveladora, pues frecuentemente (Danzas de los adolescentes, Danza de la tierra) se tiene la sensación de escuchar una música nueva, diferente de la conocida. En ello precisamente radica la grandeza de la creación auténtica, y asistir a esos momentos, aunque sea desde la distancia, es impagable.
Jordi Caturla González