DVORÁK: Sinfonía n. 9. Othello. Arias de Rusalka, etc. SMETANA: Aria de Dalibor. Kristine Opolais, soprano. Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig / Andris Nelsons.
Accentus ACC20419 (DVD)
EL GURÚ
Andris Nelsons no necesita abuela. Le están lloviendo elogios y piropos por todos lados; la crítica especializada es unánime con sus conciertos y sus grabaciones. El chico (nacido en 1978) convierte en oro todo lo que toca; es el nuevo gurú de la música. Este mismo mes, dos de sus grabaciones recientes, ésta y su Séptima de Bruckner, están entre los mejores discos del número. La vida le sonríe, la música le sonríe. Pero, tras siete años de matrimonio, se ha divorciado de Kristine Opolais, la bella soprano con la que comparte este concierto dedicado a Dvorak en un 95% y a Smetana en un 5%, que tuvo lugar en la Gewandhaus de Leipzig en mayo de 2017. A juzgar por sus últimos conciertos y registros, no parece estar muy abatido. Además de gurú, ahora se ha convertido en el soltero de oro de los directores de orquesta. Y las orquestas se lo rifan, de hecho es titular de dos grandes, esta de Leipzig y la Boston Symphony, mientras fue “despreciado” por la Filarmónica de Berlín, que se decantó por el eficaz Kirill Petrenko como sucesor de Rattle.
Al verlo dirigir, uno tiene la sensación que cada nota y cada compás lleva su sello, hay una especial emoción en cada pasaje. La calidad orquestal es excepcional; matiz importante porque varios directores de renombre suelen dirigir a grandes orquestas, pero el sonido no trasciende como con Nelsons, que demuestra un idilio con el sonido, al modo de Celibidache, que perseguía la belleza como fin de todas sus interpretaciones. Con Nelsons, además, la entrega de las orquestas es apabullante, van con él “a muerte”, logrando resultados inigualables (Mahler o Shostakovich, creadores fascinantes para la orquesta, no tienen hoy en día a nadie que los traduzca así).
En este Dvorák, recogido con un sonido de tal calidad que no hay grabación de esta bellísima Sinfonía que esté a esta altura sonora (el DTS lo convierte en magia), Nelsons ha dado un importante giro respecto a su anterior grabación de esta obra, realizada con la Radio de Baviera (CD y DVD-BR) en vivo en 2010. Aquella, muy crispada pero de excepcional finura, ha dado paso a una interpretación mucho más reflexiva, más paladeada, más estudiada (especialmente en la dirección de las maderas, como el oboe), que al compararla (tarea necesaria para ver como el paso de los años deja algunas versiones que creíamos intocables en un lugar bien distinto), pocos pueden mostrar creatividad y sensatez, magia sonora sin hedonismo, belleza de los fraseos sin cursilería o intensidad sin excesos.
La introducción, que lleva implícita todo el devenir del movimiento (si no se hace de un modo muy concreto, tiene poco sentido seguir por otro camino), es prodigiosa, solo la irrepetible de Celibidache, de un mayor aroma bruckneriano, parece inalcanzable en su inefable grandeza. El discurrir de toda la obra ofrece momentos de elevada intensidad, con un concertino (Sebastian Breuninger) que ejerce de prolongación natural en la perfecta organización sonora (la coda final nos remite claramente a Bruckner, muy presente en la mesa de estudio del director). Por su parte, la Obertura de concierto Othello será difícil encontrarlo realizado de mejor factura, como en el estratosférico final, que nos remite el mismísimo de Verdi, algo hasta ahora bastante inaudito.
Y la ex, sensacional artista, no tiene el don que sí tiene él. Ella canta bien, hay una gran entrega y muy buena técnica, pero su ingrato timbre no favorece que páginas tan bellas (Canción a la luna o las Canción gitana Op. 55/4) alcancen la dimensión que en su momento hicieron Lucia Popp o la Fleming, que sonreían mientras cantaban, algo que suele hacer Nelsons con frecuencia mientras dirige, sonreír.
Gonzalo Pérez Chamorro