Son muchas las voces graves en la actualidad que despuntan en el mundo barroco, pero pocas tienen el timbre tan reconocible y seductor como la de Delphine Galou. Aunque no debuta en el mercado discográfico, sí que podría considerarse este como su presentación solista, y ha elegido la compañía de su marido, el director Ottavio Dantone, así como del grupo que este dirige, para regalarnos un programa sacro que se centra en arias, motetes y cantatas del settecento italiano: un repertorio del que ha rescatado piezas desconocidas que, sin duda, harán las delicias del melómano curioso.

La contralto francesa despliega sus encantos desde la primera a la última pieza que interpreta (intercaladas entre un preciso Concerto Grosso de Giovanni Lorenzo Gregori y una intimista sinfonía de La Passione de Caldara­) y, más allá de la precisión en el canto florido, lo que conquista es su capacidad para transmitir, esa calidez e intención que pone a cada nota no dejaría indiferente ni al más insensible. La sección central del motete de Porpora In procella sine stella o el aria de La Betulia liberata de Jommelli son buena muestra de ello, con un fraseo y una línea cautivadores. Los músicos de la Accademia Bizantina se sitúan al mismo nivel de la intérprete. 

Pedro Coco Jiménez