VOCES DEL CIELO

Una es una soprano consagrada, absolutamente diva, mientras que la otra, una “recién llegada”, pretende abrirse camino de gran teatro en gran teatro. Hablamos de Anna Netrebko y Pretty Yende, que tienen, al menos, dos cosas en común: ambas son voces celestiales, cada una en su estilo, y su origen proviene de ambientes humildes, muy cerca de una cenicienta de la ópera. La primera no necesita presentación, es ya la soprano del momento. Pretty Yende, como pudimos comprobar en la entrevista y portada del mes de septiembre, proviene de un país como Sudáfrica, donde la ópera y la música clásica aún están en proceso de desarrollo, pero ha sabido labrarse una importante carrera, estando ya en cartel de los principales teatros del mundo.

En A Journey, Yende homenajea la música que le cambió la vida, como fue el dúo de Lakmé, el “dúo de las flores”, que canta junto a Kate Aldrich. Esta música es deliciosa, ya se sabe, y cantada así vuelve a emocionar al más incauto, ese que crea que hay óperas que, por escuchadas, dejan de sorprenderle. Pretty es una soprano ligera con mucha extensión y volumen (algo característico de las sopranos de color), que casa las coloraturas con precisión y estilo, nunca como un ejercicio vocal innecesario frente a la melodía. Supera a muchas cantantes de su cuerda, tanto por afinación, belleza vocal, elegancia y volumen, solo queda que podamos verla en breve por España, para que muestre todo lo que hace en estas bellas páginas de Bellini (espectacular en “O Rendetemi la speme” de I Puritani) y “asociados”.

Como hizo con Kaufmann, Pappano pone la banda sonora al recital verista de la Netrebko. Es tal la comprensión y la realización de esta música por el británico de origen italiano, que hasta por momentos uno desvía la atención de la voz hacia la música instrumental. El DVD que se acompaña ofrece tres “hits” veristas desde Japón, ante unos nipones extasiados (algunos tendrían sueños húmedos), pero sin Pappano, con el que en el CD regala el mejor Cilea (emocionante “I son l’umile ancella”), Giordano, Leoncavallo (convierten la cursi Stridono lassù” en una joya) o Catalani, aunque en el Puccini de Manon Lescaut tengamos que conformarnos con un acto final con el tenor Yusif Eyvazov, actual pareja de la soprano (que comparte pasiones culinarias, entre otras), cantante de timbre estrecho y emisión cansada, nada que ver con la luz y belleza que emana la soprano rusa, ya una de las grandes por derecho propio. La única pega, cada aria se acaba demasiado pronto.

Gonzalo Pérez Chamorro