Valentin Silvestrov (1937) no es un compositor nada conocido por estos pagos. Estudió en el Conservatorio de Kiev y en sus primeras obras, en amplia variedad de géneros, en los años 60, su mayor influencia era Scriabin, Webern y la nueva Escuela Polaca. El primer giro en su evolución, a principios de los 70, le lleva a escribir música más tonal; y desde hace unos veinte años, Silvestrov ha desarrollado su propia versión del postmodernismo, que él mismo describe como “metamúsica”, y que en sus propias palabras afirma: “No escribo música nueva. Mi música es una respuesta y un eco a la que ya existe”.

Las seis obras del disco, que datan desde la Serenata para Orquesta de Cuerda (1978), con escritura a 19 partes, hasta Momentos de la Memoria (2003), muestran a las claras su estilo: música estática donde surgen reflejos melódicos de Schubert, Wagner o melodías que pudieran haber sido escritas por Chopin, con una armonía anclada en lo tonal, con una rítmica clara y nada compleja, y un cuidado tímbrico exquisito, música que va bordeando el silencio en el que la melodía simboliza lo inefable más que una autoafirmación.

¿Cómo escuchar el Vals de la Boda, realización de un vals que Schubert interpretó para la boda de un amigo, pero que nunca escribió? Música dialogante con nuestro pasado en una interpretación cuidadosa en los detalles de Yablonsky con los Kiev Virtuosi.

Jerónimo Marín