La Joven Orquesta Nacional de España arrancó motores este nuevo curso con su tercer encuentro del 2019, que incluye conciertos en Madrid, el que relatamos aquí, Ávila, Soria, Albacete y Toledo. Un encuentro cuyo programa, conducido en esta ocasión por el director invitado Javier Ulises Illán, se ha fundamentado en la puesta en atriles de obras con solista vocal, especialmente, e instrumental, con coartada italiana de primeros espadas del clasicismo y primer romanticismo.
Del segundo tipo, el de solistas instrumentales, disfrutamos de una versión protagonizada con notoria solidez por Luis Esnaola y Joaquín Riquelme, de la Sinfonía concertante para violín, viola y orquesta de Wolfgang Amadeus Mozart. Obra rotunda, de hechura ambiciosa y sublime, cuya estimulante versión con que se cerró la primera parte del programa, se cimentó en sus dos sobresalientes solistas, en sus cualidades ejemplares y en su consecuente labor conjunta, a dúo y con una orquesta confrontada así con semejante pauta y cabal despliegue.
Dentro del primero de los tipos, el de obras vocales, arias de concierto o escenas con soprano solista, María Hinojosa lidió con verdaderos caballos de batalla clasicistas y clásico-románticos incipientes. Monumentos del canto basados, todos ellos, en textos del omnipresente por entonces, autor italiano Pietro Trapassi, más conocido por su pseudónimo: Pietro Metastasio.
«Misera, dove son!» de Mozart, en primer lugar, hizo gala de su extraordinaria musicalidad y vena dramática. Un Mozart aventajado a todas luces, aún en el contexto de genialidad tan exigente como el que se siguiera hoy en programa. La formidable Escena de Berenice de Franz Joseph Haydn, fue todo un «tour de force» para la cantante, con todo tipo de dificultades técnicas, resuelto con brillantez y repetido, parcialmente, en el primer bis de la noche. Por fin, «Ah, perfido!» de Ludwig van Beethoven, fue el aria crisol donde todas aquellas influencias y otras «furias» se confrontaron con un nuevo carácter estético, aún en ciernes. Una aria de concierto destacada, no sólo por sus cualidades musicales, que, en este ilustre contexto clasicista quedaban un tanto relativizadas y diluidas, sino por haber formado parte, junto con su Cuarto concierto para piano, de aquel histórico, y larguísimo por cierto, concierto vienés del 22 de diciembre de 1808, donde estrenara al alimón Beethoven sus sinfonías Quinta y Sexta «Pastoral», y su Fantasía para piano, coro y orquesta. Un monográfico casi maratoniano aquél que, dada la singular conmemoración del 250 aniversario de su nacimiento que se nos viene encima este 2020, no estaría de más volver a repetir… ¡y el 22 de diciembre! ¿Por qué no?
Completó el programa las nada sencillas, comprometidas oberturas de Così fan tutte de Mozart, de L’Isola disabitata de Haydn y Coriolano de Beethoven, así como una propina sinfónica exigente, de duración inusual para esta posición postrera, adherida y dadivosa: el pujante primer movimiento, Allegro vivace, de la Cuarta sinfonía «italiana» de Mendelssohn, apuntalando, ya sin pretextos, en titulares, aquel Leitmotiv transversal italianizante.
Luis Mazorra Incera
María Hinojosa, soprano; Luis Esnaola, violín; Joaquín Riquelme, viola. Joven Orquesta Nacional de España / Javier Ulises Illán.
Obras de Beethoven, Haydn, Mendelssohn y Mozart.
JONDE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto: JONDE.