Pocas veces se sube a un escenario, un espectáculo tan bien estudiado, medido y resuelto con absoluto equilibrio, como esta ópera de Leonardo Vinci, estrenada en Venecia (1724) con texto de S. Stampiglia sobre historia de Summonte, intermedios cómicos de D. Sarro y Fandango de Nebra, titulada La Partenope o La Rosmira fedele.
Gustavo Tambascio preparó para su presentación en León hace 10 años, dirección, textos y dramaturgia, revisando la partitura M. Delgado y Carlos Aragón, asumiendo éste siempre la Dirección musical, y apoyo del INAEM. En su homenaje, el Teatro vallisoletano, junto con el de Nápoles y La Zarzuela, ha levantado esta nueva producción con el equipo que armó aquélla: la extraordinaria Orquesta “Vespres d’Arnadi” (23 músicos con estilo, afinación y ductilidad) y Javier Artigas al clave y asistente de Dirección, dispuestos en semi-foso para facilitar proximidad y audición; escenografía impactante con telones, trastos y artilugios de la época, candilejas incluídas, de Sánchez Cuerda; precioso y adecuado vestuario de Jesús Ruiz; efectiva iluminación de R. Mojas/F. Garma; elegantes coreografías de Yolanda Granado más sus siete bailarines; maestro de armas A. G. Robles; y Dirección escénica de Susana Gómez (fue la Ayudante de Gustavo), en excelente trabajo actoral y de movimiento. El resultado, perfecto durante las casi 3 horas y media que ocupa, con 2 descansos.
La Partenope, Reina de Nápoles, tiene un complejo argumento con doble trama que confluye al final; conflicto bélico entre su reino y el amenazante Principado de Cumas que ostenta Emilio, en el que se involucran de uno u otro modo, el de Corinto (Arsace), los de Chipre (Rosmira, travestida en Eurimene de Armenia) y Armindo de Rodas; y el conflicto amoroso, con sus deseos, celos, avenencias y desavenencias, que culminan en paz y perdones duraderos y bodas entre La Partenope y Armindo, y Arsace y Rosmira, con la angélica participación de la Reina que todo lo puede.
Carlos Aragón estuvo experto, tanto con el acertado continuo (clave, cello, tiorba-guitarra) en los recitativos a seco (solo normalmente) como en los acompañados por el tutti, arias y tripartita Sinfonía inicial. Concertó a los cantantes con gusto y precisión, aprovechando el buen hacer de todos ellos, a quienes la partitura proporciona equilibradas arias a solo de diferente carácter: amor, bravura, lamento, dúos combinados, tríos varios, cuarteto, quinteto y sexteto ¡Viva la Reina! en el boato final.
La mezzo Pauline Claes fue Partenope regia, con señalada aria Queridos muros, con su D.C. como lo fueron todas. También mezzo Mireia Pintó, Emilio, plena de voz y estilo como en su aria Deslumbrado. María Hinojosa, Rosmira, excelente soprano como su colega Oihane Viñaspre (Arsace), probadas en su difícil dúo de fin de Acto II. El Armindo de Josep R. Olivé fue un timbrado barítono en Por el claro resplandor y venciendo las agilidades de Vele y espere. Buen complemento el del bajo-barítono David Lagares en Ormonte y su A mi tesoro. Especial mención para la pareja tenor-barítono (Eurilla-Beltramme) José Manuel Zapata y Manel Esteve, fantásticos como actores y cantantes cómicos que cubrieron con su gracia Introducción e Intermedios, relajando la acción operística. La sesión resultó redonda.
José María Morate Moyano
P. Claes, M. Hinojosa, O. Viñaspre, J. R. Olivé, M. Pintó, D. Lagares. “Vespres d’Arnadi”, Carlos Aragón.
“La Partenope” de Leonardo Vinci.
Teatro Calderón de Valladolid.
Foto © Gerardo Sanz