La “antología” de zarzuela ha tenido una etapa gloriosa tras las guerras, civiles y mundiales, que asolaron el siglo pasado. Tan gloriosa y ubicua que, para demasiados aficionados más o menos bienintencionados, ha ocultado las obras maestras, comedias, dramas o tragedias musicales de tomo y lomo, que felizmente las nutren. La savia medular que vertebra la historia de la ópera española.
El Festival Internacional de Verano del Escorial, en uno de sus espectáculos más festivos y populares, con natural y generosa asistencia de público (a alguno, por cierto, canturreando por lo bajini entre labios alguna romanza, dúo o intermedio, hubo que pedirle discretamente que se abstuviera…), ha planteado una vertiente más concienzuda, centrada en un tiempo y, por ende, en una temática transversal: la zarzuela (ópera española en realidad, como dije) alrededor de los años treinta. Eso sí, con un titular genérico de cartel tirando más por lo emotivo: “¡Cállate, corazón!”
Como todos sabemos, los años treinta fue una etapa difícil, convulsa y en forzado ocaso para este género musical y dramático, donde, paradójicamente, se dieron, entre otras, al alimón en Madrid y Barcelona, focos hermanados de esta producción, algunos de sus títulos más renombrados, aún hoy. Un fatal ocaso, que muchos creemos temporal, que coincidió, precisamente, con la progresiva proliferación de las susodichas… “antologías”.
Pues bien. Un acierto esta antología alrededor de la zarzuela de los treinta. Buena música, buenos compositores, buenas obras (aunque las disfrutásemos en esta forma parcial, que no anecdótica) y, en sobre todo, una resuelta interpretación en vivo y en directo. Elenco generoso en lo instrumental con una orquesta del propio Festival (orquesta a dos, con cuerda asentada en cuatro contrabajos y acorde a estas dimensiones de base) dirigida por Javier Ulises Illán, y tres solistas vocales: la soprano Saioa Hernández, el tenor Francesco Pio Galasso y el barítono Borja Quiza.
Un repaso estimulante a este sabroso repertorio donde no se echó de menos descanso alguno (exigencias de pandemia), pese a la, también, generosa duración. Como generoso fue el despliegue técnico musical puesto en liza, con romanzas destacadas o esperadas (… Bendita cruz, De este apacible rincón de Madrid, Luche la fe por el triunfo o, la incombustible… ¡No puede ser!) pero, ante todo, con abundantes, jugosísimos y difíciles dúos, en general, mucho más representativos que las romanzas de las ricas tramas y enredos donde se presentan… en su salsa.
Buena concepción original, pues, que aplaudimos, con un detalle inesperado en su seno entre los momentos de orquesta. Un simbólico Lamento instrumental, en imaginado timbre de cobla y vibrante saxofón, de todo un Benjamin Britten (Andante moderato de Mont Juic, suite sobre temas de danza catalanes escrita junto con Sir Lennox Berkeley en 1937). Un "lamento" vital en aquel preciso instante pero, también, un lamento por los suspiros de un género que nos caracterizó por siglos y que necesita espacio y libertad para respirar, crear y... triunfar, aquí… y en todo el mundo.
De propina, saliéndonos un poco de la temática temporal y estética de hoy (o no tanto... ¡quién sabe!), chotis para el trío vocal, sitos, junto a Chueca y Valverde, en plena Gran vía madrileña.
Luis Mazorra Incera
Elenco vocal: Saioa Hernández, Francesco Pio Galasso y Borja Quiza. Orquesta del Festival Internacional de Verano del Escorial / Javier Ulises Illán.
Obras de Britten, Chueca, Díaz Giles, Moreno Torroba, Penella, Sorozábal, Soutullo, Valverde y Vert.
Festival Internacional de Verano del Escorial. Teatro Auditorio de San Lorenzo del Escorial. Madrid.