Vaya por delante que Sonya Yoncheva es una cantante a la que he encontrado siempre un poco por debajo de lo que se esperaba de ella, al ser considerada una de las sopranos señeras en el panorama universal. Su Norina en el Teatro Real en 2009 fue esplendida, pero ni su Juliette de 2014, ni su concierto en 2019, ni su Imogene en Il Pirata en el mismo coliseo, ni su Poppea en l’Incoronazione di Poppea en el Festival de Salzburgo en 2018, consiguieron llevarme al huerto, pero he aquí, que para mi gran sorpresa, sí lo ha hecho, sobrepasando todas mis expectativas, en este recital dedicado en su totalidad a la Zarzuela.
La voz de Yoncheva, eso no hay que descubrirlo, es amplia, bien timbrada en todos los registros, con agudos en ocasiones un poco tirantes, pero que no oscurecen sus otras indiscutibles virtudes como un centro ancho, un grave carnoso y una notabilísima técnica. Una cantante de primera división que además es expresiva y comunicativa. Qué más se puede pedir.
Pero la Zarzuela es un género muy peliagudo para los cantantes que no son especialistas, aunque sean grandes en el mundo de la ópera. Sin embargo, hoy en día parece que más intérpretes del mundo operístico se muestran interesados en él. Léase hispano parlantes como Javier Camarena o ajenos a nuestra lengua como la inmensa Garanca, y ahora se une Sonya Yoncheva, cuya actuación solo puedo calificar de deslumbrante.
El repertorio del concierto estaba escogido con inteligencia, comenzando con composiciones que se adaptaban a la vocalidad y estilo más afines al habitual de la soprano. Inició el concierto con Noche hermosa de Katiuska de Sorozabal, en la que se evidenció que aún estaba calentando motores. Mucho mejor Tres horas antes del día de la Marchenera de Moreno Torroba, que resolvió estupendamente y de forma asombrosa la segunda vez que la interpretó como propina del concierto.
Tras Lágrimas mías en donde estáis de El Anillo de hierro de Miguel Marqués, y Luz de la tarde se va de El Pájaro azul de Rafael Millán, llegó Yo me vi en el mundo desamparada de El juramento de Gaztambide, de la que la soprano ofreció una interpretación modélica, profunda, sentida y cantada con absoluta fluidez y un excelente castellano, aunque esto fue algo de lo que hizo gala toda la noche. No podía faltar el dúo Vaya una tarde bonita de El Gato montés de Penella, en el que estuvo acompañada por un valiente Alejandro del Cerro que materialmente echó el resto.
Pero aún estaba por venir lo que parecía más peliagudo para una cantante foránea, la famosa De España vengo de El niño judío y las Carceleras, de Las hijas de Zebedeo de Chapí, consiguiendo con ambas el sobresaliente cum laude; no se pueden cantar mejor ni con más tronío.
Cerró la velada con ¡Yo soy Cecilia! de Cecilia Valdés de Gonzalo Roig, cantada con toda la sensualidad de una caribeña.
Para corresponder a los merecidos “bramidos” del público, interpretó de nuevo Tres horas antes del día y, como colofón, acompañada al piano por Miquel Ortega, el estupendo y entregado director musical de toda la velada, la Habanera de Carmen, de la que la soprano, aprovechando la riqueza de sus graves, ofreció una muy sexy interpretación.
Esperemos que el Teatro de la Zarzuela nos ofrezca más recitales de este calibre que ennoblecen el patrimonio musical español con voces de importancia mundial.
Francisco Villalba
Teatro de la Zarzuela.
Sonya Yoncheva, soprano. Miquel Ortega, piano.
Foto © Javier Real