La pianista coreana Yeol Eum Son fue solista del Concierto para piano en Fa M. de George Gershwin, completando con la Sinfonía nº 12, en Re m. Op. 112 (El año 1917) de Dmitri Shostakovich – una intérprete que se dio a conocer con la New York S. O., con Lorin Maazel (2004), tras consolidar su trayectoria de formación llevada a buen puerto en la Hochschule für Musik und Theater Hannover, con Arie Vardi, y la obtención de la Medalla de Plata del Conservatorio de Moscú en 2011. Fue dirigida por maestros como Yuri Bashmet, Karol Mark Chichon, Valeri Gergiev, Myung-Whung- Chung, James Conlon, Lawrence Foster, con agrupaciones relevantes como la New York Philharmonic O.; la Rundfunk Deutsche P.; la NDR Radio Philharmonic; la O. S. de Seattle; la O. F. de Rotterdam; la O.F. Checa; la Saarbrücken Kaiserlautern, además de asistir a las actividades propiciadas por la Academia de St. Martin-in-the- Fields
George Gershwin -Concierto para piano en Fa M.-, obra surgida por sugerencia de Harry Harkness Flagler, presidente de la Sociedad Sinfónica de Nueva York, para ser estrenada por Walter Damrosh, quien habría de estrenar en Estados Unidos la Cuarta Sinfonía de Mahler y la Tercera, de Bruckner, en un período en el que se fusionaron esa Sociedad y la Philharmonic, obra que le ocupó el período estival de 1925, preparando su trabajo en privado en el Globe Theatre. El estreno con la Sinfónica de Nueva York, incluyó la Quinta Sinfonía de Glazunov, y las Suites Inglesas, de Rabaud, y para completar esta obra, había recurrido a Ernest Hutcherson, quien le facilitó un apacible retiro en Chautaqua, en donde este maestro dirigía un curso de piano. Este concierto despliega la gama de sensaciones mucho más flexibles de lo ofrecido en otras obras, por chispa y frenesí, que ya conocíamos, dentro de una deslumbrante poética, aspectos que supo resaltar Walter Damrosh. El estreno en Europa, el 29 de mayo de 1928, tuvo como solista a Dmtri Tiomkin, bajo la dirección de Vladimir Golschmann, antes de que dos de sus movimientos se incluyesen en 1932, en el Segundo Festival Internacional de Música Contemporánea de Venecia, actuando como solista Harry Kaufman, con Fritz Reiner.
El Concierto en Fa M., no deja de aportar detalles tomados en préstamo de las influencias centroeuropéas, algunas que nos recordarán a Rachmaninov, por la arrogancia de desenvoltura entremezclada en esa ostensible querencia por las ideas tan propias del mundo del jazz, logrando un resultado que mantendrá en afortunado equilibro con la Rhapsodie in blue, aunque dentro de una perspectiva diferente. Un Allegro precedido por un detalle sincopado- el jazz en sus orígenes, en un devaneo de charleston-, hacia un tema en forma de preámbulo incisivo propuesto por timbales y fagot, a los que desplazaba el piano convertido en una forma de impostación nerviosa, que impuso la esencia de su protagonismo auspiciado por un amplio desarrollo que describe el talante de la obra, por sus valores rítmicos y la delicadeza de sus trinos y arpegios fogosos. El Andante con moto, quedó como una prolongación del tema inicial, destacando el protagonismo de la trompeta con sordina, y una respuesta difusa de clarinetes, en un aire trémulo y nervioso- Debussy en su melodismo, servirá como inspiración- , para conceder un aspecto idiomático en ese acercamiento a un sonido tomado de la herencia del blues, comenzado precisamente por el piano. Un trío de clarinetes, ofreció un a modo de passacaglia, mientras que la trompeta en sordina puso en su justo medio la importancia de este tiempo, que nos traslada a un nuevo Allegro agitato, ingenio de condensación de los tiempos precedentes, singularmente enriquecidos merced a su vivacidad rítmica, una perfecta conclusión que nos lleva al motivo inicial.
Dmtri Shostakovich- Sinfonía nº 12, en Re m. Op. 112 (Año 1917) – obra que Yevgueni Mravinski y Guennady Rozhdesvenski, llevarían de gira con otras sinfonías suyas en 1960, con la O. Filarmónica de Leningrado, añadiendo otras como la Quinta y la Octava, que, con segura aceptación, confirmarán la Décima y la Undécima, despertando con creces el reconocimiento de su talento, una verdadera preparación para lo que será esta obra, que comenzó a trabajar sobre ella una vez terminada la anterior, mientras daba cuerpo a su ópera Lady Mcbeth de Mzensk, una sinfonía de profundas implicaciones políticas enfocadas hacia la figura de V.I. Lenin, unas fechas en las que los bocetos de la obra, fueron materia de indagación por parte de Boris Tchaikovski y Moissei Vainberg, en la sede de la Unión Moscovita de Compositores, una preparación del estreno que tardaría poco en llegar, mientras que en lo social se celebraba el XXII Congreso del Partido. La sinfonía, será estrenada simultáneamente por Mravinski en Leningrado y en Kuibychev, por Stassevich, una experiencia que diferirá de las pretensiones previas del autor, quien deseaba la inclusión de pasajes recitados de Maiakovski, Djambul y Suleiman Stalski, un claro manifiesto de conciencia en el que destacaban acontecimientos de la Revolución de Octubre. Shostakovich, tardará en ingresar en el PCUS, motivo que dará argumentos para una celebración. Colegas suyos como Vissarion Shebalin, acabarían distanciándose de él.
Manuel Hernández-Silva, tras un Gershwin compartido y arrebatado con Yeol Eum Son, enervó ánimos con el Shostatovich confesional de esta Sinfonía en Año 1919. El Petrogrado revolucionario- moderato allegro-, primer tiempo, evolucionó desde ese Moderato en manos de la cuerda grave en unísono al que respondería un agresivo Allegro que remitía a melodías rusas elaboradas a partir de ese Moderato, en una serie de argumentos líricos, en un encadenamiento hacia el Razliv Adagio, afirmando su puesta en respuesta sobre los insistente argumentos históricos que daban razones al propio espíritu de esta Sinfonía Año 1917, con detalles nostálgicos encabalgados por los diálogos de trompas, maderas y trombones en un discurrir que nos impregna a lo largo del tiempo, resaltando cuerdas y clarinete. Aurora-Allegro- sobrenombre del tercer movimiento-, ofreció en pizzicato una de las ideas del Adagio, con ritmos alternantes que prepararon el Final- tiempo que hubo de esperar para su escritura, por sus propias dudas- resultando un gran Crescendo con instrumentos de metal. Para la obra, El amanecer de la Humanidad. Allegro L´istesso tempo, tiempo final, prodigó una especie de himno radiante, que recupera el Moderato de la entrada con un colofón Allegretto, resuelto y confiado, por su poderío voluntarioso en intenciones. Mravinski y Shostakovich, en sus personales relaciones, dejaron obras en dedicatoria como la Octava Sinfonía; primeras audiciones de la Quinta, la Sexta, la Novena y la Décima o el Concierto para chelo nº 1 y el primero para violín o El canto de los bosques, hasta que avatares de la vida les separaron por razones políticas.
Ramón García Balado
Yeol Eum Son
Orquesta Sinfónica de Galicia / Manuel Hernández-Silva
Obras de G. Gershwin y D. Shostakovich
Palacio de la Ópera, Coruña