Tras celebrar los 30 años de la ROSS, la siguiente cita nos llevaba a unir dos generaciones: la del director Juan Luis Pérez y su hijo, el pianista Juan Pérez Floristán. El primero ha estado vinculado a la orquesta desde el nacimiento de esta, hasta el punto de participar en el concierto de inauguración de la misma a cargo de la celesta. Y no sólo ha dirigido conciertos de abono, sino también los más inquietos dirigidos a alumnos de colegios e institutos, ha llegado a encargarse de la orquesta si un director no llegaba a tiempo para uno o varios ensayos previos al concierto, ha prestado asesoramiento musical y cualquier cosa que la orquesta necesitase. Sin embargo, direcciones artísticas pasadas dejaron de contar con él, y ahora volvía por méritos propios y por la carrera fulgurante de su hijo. Este representa la continuidad con la música y con la orquesta, con la que considera que está como en su casa.
No era la primera vez que lo dirigía, pero ya hace tiempo (una colaboración en El carnaval de los animales de Saint-Säens), mientras que ahora tenía por delante dirigirlo en los dos conciertos de piano de Ravel, el de la mano izquierda y el de Sol mayor. Por cuestión de tiempo-Covid, se suprimió del programa Ma mère l’oye, que por otra parte ya se la habíamos oído para inaugurar la temporada a Michel Plasson. Así que el piano abrió y cerró el programa, dejando en medio la obra Nocturno sinfónico de Marcos Fernández Barrero (IX Premio de Composición AEOS-Fundación BBVA), el compromiso de la ROSS con la música de nuestro tiempo.
Naturalmente, las circunstancias que llevan a la composición del Concierto para la mano izquierda son dramáticas, así que el carácter del mismo no puede ser otro, desde el siniestro enunciado del tema por el contrafagot hasta la entrada de la mano izquierda, como un cañón, que afianza su naturaleza. Y esta entrada supone una cadenza, que normalmente se coloca al final de un movimiento rápido, y que aquí lo abre. Ahora corresponderá al solista no sólo hacerse cargo de una avalancha de notas rapidísimas con una mano que, en principio, no suele encargarse de eso,y además -y ahí viene la verdadera dificultad- buscando el trampantojo de que suenen como tocando con dos manos, mediante desplazamientos rápidos del único miembro, jugando a cantar la melodía y hacerse acompañar como si esas manos se entrelazasen.
Para ello, a veces hará sobresalir el pulgar de entre la red de arpegios o acordes, o cadenciando sobre notas graves, para evidenciar la función característica de la mano izquierda; y si no, manteniendo compases diferentes para resaltar el canto de la “mano derecha”. En fin, el esfuerzo para el pianista es enorme, tanto como la inventiva del compositor y Pérez Floristán consiguió hacérnoslo creer.
El de Sol mayor es mucho más radiante, luminoso, sobre una forma clásica, y contando con temas españoles, a la vez que otros relacionados con el jazz (hay 5 temas en la exposición), un género netamente americano por el que ha mostrado siempre interés Floristán. Reconocía Ravel que para este concierto había tomado como referencias a Mozart y Saint-Säens, y desde luego los largos tres minutos en que lo presenta a solo el piano poseen el encanto, la transparencia y la serenidad mozartiana, aunque urdido como mimbres del siglo XX, y uno de los momentos en que Ravel resalta el equívoco de las dos manos otorgando a cada una un compás distinto.
La sensibilidad de Pérez Floristán nos llevó a ese momento de interioridad, de calma, con una seguridad pasmosa y acaso ya de pianista, digamos, maduro; de hecho, ya nos parece que han desparecido sus rasgos juveniles y sobresalen los del adulto que ya es. De la explosión del Presto final lo pueden deducir por lo dicho hasta ahora.
Su padre manejó la orquesta, que tan bien conoce, con una elegancia y soltura extraordinarias, y no por favorecer a su hijo, sino porque lo haría por cualquier solista, ya que sabe demás que se trata de pintar un enorme fresco multicolor sobre el que el piano trazará sus ideas.
Carlos Tarín
Juan Pérez Floristán / Juan Luis Pérez. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.
Obras de Ravel y Fernández Barrero.
Teatro de la Maestranza, Sevilla.
Foto © Guillermo Mendo