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Crítica / Y sin embargo te quiero - por Juan Gómez Espinosa

Madrid - 13/10/2024

La noche del viernes, tras el concierto mozartiano en el Auditorio (Liceo de Cámara XXI, Centro Nacional de Difusión Musical), uno debería haber salido tarareando algún tema del salzburgués, pero en vez de eso de los labios salieron las palabras de cierto bolero: “No debía de quererte, no debía de quererte... y sin embargo te quiero”.

El Cuarteto Belcea, en complicidad con la magnífica viola de Tabea Zimmermann, provocaron este efecto. A cualquier otra agrupación se la podría haber abucheado por lo que se escuchó en el escenario, y sin embargo... En la primera obra, el fabuloso Quinteto en Do menor (el segundo de los tres que compuso Mozart entre 1787 y 1788, en realidad una transcripción de su Serenata para instrumentos de cuerda K 388), las razones para aplaudir o gritar fueron de lo más perceptibles. Belcea y Zimmermann se llevaron a Mozart a la taberna. Esto es algo muy justo con Wolfgang, tan amante de los placeres mundanos (pese a que se le suela revivir siempre en los elegantes y polvorientos y aburridos ambientes aristocráticos). El compositor se convirtió en una mezcla de Mack the Knife y gigante cabreado.

Belcea & Cía. entraron a saco en la taberna con aire matón, destrozándolo todo. Su sonido fue agresivo, rozando lo áspero, y fuera quedó el mimo de las voces; las impurezas (tan necesarias para que la música no resulte aséptica) en ocasiones llegaron al descuido de ataque y afinación (cosa especialmente notoria en Corina Belcea); no hubo sutilezas en los matices; el “Andante” se acercó a un adagio. Y sin embargo... Belcea & Cia. aportan una nueva a luz con los rasgos que le retorcerían el cuello a cualquier purista de conservatorio. Y así despiertan el amor del público. Belcea & Cía. son de una coherencia indiscutible. Si meten a Mozart en la taberna, van con él hasta el fondo, hasta esos baños insalubres que suele haber junto al almacén y en los que suceden las cosas más divertidas de la noche. Respetan,  adoran, al Wolfgang más canalla y en su honor montan una fiesta alternativa. Su sonido casi áspero nace de un empuje que pocas veces se escucha en los auditorios, y es fruto de un dominio absoluto; la pandilla es consciente de lo que busca, por eso nunca se desboca y tampoco duda. No es necesario darle importancia a ninguna melodía en concreto, porque lo importante es la masa sonora engendrada en buena compañía; ahí está la cohesión perfecta hilando la trama para demostrar la consciencia de los cinco.

Entre pianissimos y fortissimos tal vez no encontremos nada, pero lo cierto es que los momentos más suaves resultan de un recogimiento emocionante, mientras que los más intensos invitan a comerse los altavoces. Y los silencios... En una obra que le otorga una importancia especial a la ausencia de sonido (especialmente en el “Allegro” inicial), Belcea & Cía se relamen con las pausas que, como bien sabe el grupo, siempre serán preludios de nuevas intrigas. El “Andante”, así, llevará la velocidad que les apetezca a los intérpretes para que paladeen las armonías. El canon del “Minuetto” estará defendido sin parecer un ejercicio contrapuntístico. Y el “Allegro” final tomará la identidad de una traca; detonaciones que se irán acumulando para desembocar en la gran explosión, la que hace vibrar el cierre metálico de la taberna. Con este empuje, Belcea & Cía. convirtieron una primera parte breve (apenas 25 minutos) en una experiencia de conmoción.

La segunda parte la ocupó el Quinteto de cuerda nº 3 en do mayor, K 515 (tercero de la serie y publicado tras la muerte del autor). En este caso, el grupo sacó a Mozart o a Mack o al gigante de la taberna y los llevaron al campo. Cuando se es un compositor divertido o un matón o un bruto, el campo no es un lugar para embelesarse con fragancias de flores y trinos de pajarillos. No. El campo, para estos tipos, resulta un espacio para tomar fuerzas y recibir el nuevo día con una botella y un cigarrillo. Si la agrupación había abrazado la oscuridad del Do menor en el anterior quinteto, en esta ocasión brindó por la luz del Do Mayor. Eso sí: sin delicadezas ni cursiladas. La agresividad se atemperó, más que nada porque no tenía cabida, pero el público disfrutó de nuevo con la cohesión en el empaste y el ritmo. Y, por encima de todo, el empuje, bien cargado de gasolina y que, en esta ocasión, servía para celebrar la luz.

Este empuje protagonizó los dos allegros (el inicial y el final). El “Menuetto” rechazó marcar el pulso, pero sí que buceó en el fraseo real de este tipo de danza: el que se apoya en un seis por cuatro en vez del tres por cuatro escrito en la partitura. En el “Andante”, Belcea & Cía. permitieron la individualidad de cada instrumentista, y gracias a ello se pudo comprobar lo que ya se sospechaba: el virtuosismo (técnico y emocional) de sus integrantes, especialmente la firme Tabea Zimmermann. Los aplausos del público multiplicaron los del final de la primera parte (las cosas como son, menos digerible que la segunda). Y, como colofón, una propina de Brahms que no fue propina, sino un regalo para dejar, literalmente, en silencio todas las butacas. ¿Cómo no quererlos?

Juan Gómez Espinosa

 

Liceo de Cámara XXI, Centro Nacional de Difusión Musical.

Obras de: W.A. Mozart (Quinteto de cuerda nº 2 en do menor, K 406; Quinteto de cuerda nº 3 en do mayor, K 515).

Intérpretes: Cuarteto Belcea (Corina Belcea, violín; Suyeon Kang, violín; Krzysztof Chorzelski, viola; Antoine Lederlin, violonchelo) y Tabea Zimmermann (viola).    

Fecha y lugar: 11 de octubre de 2024. Auditorio Nacional de Música (Sala de Cámara).

 

Foto © Elvira Megías

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