El 8º Programa del abono Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) en su sede vallisoletana, trajo dos debuts en la ciudad: la soprano americana Olivia Boen, formada en la Guildhall School of Music and Drama de Londres, finalista de su Medalla de Oro en 2021 y English Song Prize en 2019; y al Director Principal de la Sinfónica de Bournemouth y Titular de la de Adelaida, Mark Wigglesworth (Sussex, UK, 1964). Juntos pusieron por primera vez en atriles de la OSCyL, Las Iluminaciones, op. 18 para soprano y orquesta de cuerda (1939) de Britten, completando repertorio la Sinfonía nº 10 en Mi m., op. 13 (1953) de Shostakóvich, especialidad del Director que ha grabado su integral, que la hizo de memoria, como la soprano los textos que, sobre poemas en verso y prosa de A. Rimbaud (1854-1891), inspiraron a Britten el Ciclo de canciones expuesto.
Recogiendo la labor que viene realizando con las Cuerdas de la OSCyL su Titular y, apoyado en la excelente labor de Maxim Brilinsky como concertino invitado en toda la sesión, Mark Wigglesworth consiguió que las 5 secciones de la misma dieran un rendimiento de alta categoría. Ya en la Fanfarria inicial de Las Iluminaciones, violas y violines lucieron espléndidas sonando como trompetas solemnes, presagiando el gran trabajo que la orquesta iba a realizar en todo el Ciclo, bien llevada por un Director formado, claro, preciso, con dos brazos que controlan sin necesidad de otros aditamentos, logrando expresión, tensión y precisión para hacer música, lo importante. Olivia Boen, expuso la enigmática frase "Sólo yo poseo la clave de este salvaje desfile" que articula el conjunto de números, reapareciendo en el Interludio VI y en el Desfile que antecede a la Partida final, con la intención e importancia que el autor le da. Soprano lírica con poder y fáciles agudos muy esmaltados, encajó muy bien en la tarea que Britten propone, pues estuvo enérgica (como todos) en Ciudades; sencilla en el fraseo de "He tendido cuerdas de campanario a campanario"; aire de antigua danza serena; solemne Realeza; brillante la voz sobre el ostinato de Marina; sensual, dejándose oir, en Ser bello; irónica y burlona en la cabalgata del Desfile y desencantada y azarosa en la Partida. Joven aún y cubriendo etapas, un leve pero a su actuación sería su mejorable francés cantado, tan arduo de lograr, que restó una pizca de expresión. Pero la voz y entrega primaron y el éxito fue grande, más cuanto la orquesta estuvo atenta y cuidadosa en cuantos matices le exigió el Maestro, que fueron muchos, silencios, pausas y ataques perfectos incluidos.
Pero lo explosivo vino con Shostakóvich y su 10ª. Wigglesworth hizo una versión seria, rotunda, exigente para los músicos y servidora total de su música. Es de esas pocas obras que tienen la suerte que, en su 5ª versión en el historial de la OSCyL, pareció nueva; meditada fue la de Pons y fantástica la de Chan hace 4 temporadas; pero ésta del inglés fue maciza, dando lo que el autor escribió, fuese caricatura de Stalin o propio sufrimiento sumido en una Dictadura tan cruel o más que otras. Para ello contó con una OSCyL inspirada, donde desde el concertino, solistas de cada sección, secciones completas y el tutti, se mostraron hábiles, comprometidos con el criterio del Director y dando el máximo en cada momento, construyendo una versión como una piedra de calidad bien trabajada por el escultor, para lograr un bello monumento. El largo Moderato inicial no lo pareció, pues su oscura introducción tuvo tensión en las unidas cuerdas graves, nostalgia en los firmes y afinados violines, clarinete, flauta, flautín, fagotes, timbales, oboe y cuerdas en general, exigidos, ajustados y brillantes. Violento y muy vivo fue el scherzo, incesante marcha con percusión exacta. Limpia la trompa en su arriesgado y repetido motivo del cuasi vals con toda su amarga ironía y acertadas todas las maderas. Y el final, con ese juego triste-alegre diferenciado, al que todos los metales se sumaron para pasar del oscuro moderato al clímax del conjunto que celebra el triunfo del hombre sobre ese Dictador genérico que siempre, aún hoy, amenaza con volver. La Sala, casi al completo, reaccionó con suma efusión, propiciando bravos, repetidas salidas y saludos individuales y colectivos, aplaudiendo a Wigglesworth como Director experto y musical en quien se puede confiar. Tuvimos dos autores que terminaron como íntimos amigos, quizá unidos por los problemas vitales que ambos hubieron de soportar y la admiración mutua, que disfrutaron esta vez de dos interpretaciones de categoría.
José M. Morate Moyano
Olivia Boen, soprano
Orquesta Sinfónica de Castilla y León / Mark Wigglesworth
Obras: B. Britten y D. Shostakóvich
Sala sinfónica "J. López Cobos" en el CCMD de Valladolid