El contratenor Carlos Mena en su función como director del Coro de la OSG, presentó un programa plenamente barroco en el que tuvo como solistas a las sopranos María Espada y Lucía Caihuela, y a Beth Taylor, en la cuerda de alto, con páginas escogidas de Carlo Gesualdo, Antonio Caldara y G.F.Händel y dos obras profundamente significativas de Antonio Vivaldi: el Stabat Mater RV, 621, y el Gloria RV 589, además del motete Filiae maestae Jerusalem RV. 638. Carlos Mena, que tan gratas sesiones nos ha ofrecido como contratenor, es un cantante con raíces en la Schola Cantorum Basiliensis, en sus años de formación con Levit y Jacobs, y que tras larga experiencia fue probando con repertorios que trascendían los barrocos, para adentrarse en espacios como el Ars subtilior, Juan Hidalgo o Tomás Luís de Victoria, en perspectiva inversa o contemporáneos como Sánchez-Verdú, Alberto Iglesias o Benjamin Britten.
La opción de dirigir, fue una trayectoria cautelosa desde que había probado con la Capilla de Sta María, impulsada por la fundación de la Catedral de Vitoria, preparando excelentes resultados que se convertirán en garantía de futuro y ahí nos encontramos con la producción para el Teatro de La Zarzuela con De lo humano y lo Divino, de Juan Hidalgo o una aventura posterior exhumando Il trionfo d´amore, del portugués Francisco António de Almeida.
Carlos Mena, llegó a coincidir con las cantantes en proyectos precedentes, una María Espada de claridad expresiva y una notable dicción, fruto de esa madurez cimentada por años de profunda experiencia en el ámbito de repertorios barrocos al que añade un timbre de grato colorido sonoro. Lucía Caihuela, contribuía gracias a una regocijante proyección en un reconocible equilibrio en el que sobresaldría un detallado tratamiento a la par que un respeto de estilismos de género, beneficiándose de un agudo bien proyectado, no menos que la contralto Beth Taylor, como comprobamos en la obra en la que su protagonismo no permitía concesiones, concediendo un registro grave corpóreo y dramáticamente solvente.
Carlo Gesualdo en un Miserere, salmo de absoluta intensidad patética idea de la pasión cegadora el Príncipe de Venosa de funesta biografía que en este salmo obliga a una profunda reflexión que no deja de constatar una actitud que ayuda a descubrir su complejo carácter digno de los más temibles augurios y que se materializará en sus obras de peso, gracias al uso premonitorio del sentido de los cromatismos, en un complejo equilibrio entre los aspectos complejos y los más simples y que en esta pieza se observa en menor medida. Perfecta consecuencia en este músico admirado y temible, que es un ejemplo de la transición del Renacimiento al Barroco en sus primeros resultados. Carlos Mena como oficiante y contratenor, aportó su protagonismo para un lamento salmodiado al que secundaba el coro en un segundo plano de discreto apoyo.
Antonio Caldara con el aria de Maddalena…In lagrime stemprato, un veneciano que se hará apreciar en Viena, y posible alumno de Legrenzi, siendo a la par un virtuoso de instrumentos de cuerda sin renunciar a las obras escénicas con resultados como Ifigenia in Aulide, Scipione nelle Spagne, Andromaca o L´Inganno tradito dall´amore y oratorios como Maddalena ai piedi di Cristo, Il Re di dolore, San Pietro in Cesarea o Gesú presentato nel tempio, obras que en su mayoría se conservan en la Biblioteca Nacional de Viena, junto a vísperas, motetes, ofertorios y otras pieza de oficio. Veremos en su manera de hacer, inevitables influencias admitidas de la escuela veneciana, la de Cavalli y Monteverdi y que en el aria que escuchamos, que conserva un detallado tratamiento del texto para realzar la acción dramática, que era una evidencia del conjunto de su obra, en la que no descuida el reconocible equilibrio entre las tendencias conseguidas entre las culturas musicales recibidas a consecuencia de las escuelas asimiladas.
G.F. Haendel con el aria de Maddalena y su recitativo- Notte funesta…Ferma l´ali-, perteneciente a su primer oratorio sacro La Resurrezone HWV 47, sobre un libreto de Carlo Sigismondo Capece, estrenado en Roma el 8 de abril de 1708, en el Palacio de Bonelli, en el que destacaron dos sopranos, una voz de alto, además de tenor y bajo. Obra surgida de un encargo del Príncipe Francesco Maria Ruspoli, en enfrentamiento de posturas con una Passione de Alessando Scarlatti. . Para ese oratorio, no se escatimaron medios artísticos, y en especial de cantantes, contando con la dirección de A.Corelli, pensando para el evento con un público selecto. El rol de Maddalena, sería interpretado por un castrato, para un rol en el que junto a Cleofas, llevarán a su más encendido lamento, las exigencias del estado emocional. Un oratorio que sobresale por las arias y recitativos, típicamente italianas y con el detalle de que uno de sus coros, dejará elementos para una bourré de la Wasser Musik. En otra de las arias de Maddalena, Ho un non so che nel cor, tomará una melodía próxima a Arcangelo Corelli, que se convertirá en una tonada popular.
Antonio Vivaldi con tres obras comenzando con el motete Filiae maestae Jerusalem RV 638 , un estilo de introduzzioni, con dos recitativos y un aria y que sería compuesto con un Miserere en Do m. que se perdió definitivamente, destaca en la breve composición el valor concedido a la serie de largos acordes de solemne consideración para buscar un sentimiento conmovedor. La Biblioteca Nacional Giordano, de Turín, conserva un documento un tanto a la sombra de grandes oratorios como los que completaron la sesión. Motete de concedería razones para confirmar en excelente grado de gracia de la intérprete en una pieza que requiere un punto de precisión y perfecta compenetración con la orquesta que la acompañaba.
El Gloria en Re M.RV. 589, del año 1713, reservado para el final tras una breve pausa, tras la escucha del resto de las obras y un ejemplo de cuando componía para la Pietà, tras ocupar la plaza de Gasparini. Obra en 12 números en combinación con diversos, tempos y estilos, logrando una variedad de recursos. Acordes de imponente poderío abren el Gloria in excelsis Deo, con fulgurantes figuras de las cuerdas, cercano al tenebrismo de otros compositores. Et in terra Pax, con la presencia del coro, nos ofreció a una atmósfera melancólica, ajena al Vivaldi más entusiasta. Laudamus te, fue tiempo para el lucimiento de las dos sopranos, una pura calidad en el discurso armónico.
Importancia tuvo en el Gloria, el coro Gratias agimus tibi, y el Propter magnam gloriam tuam, en un engarce con la parte instrumental, en un conseguido dinamismo. El Domine Deus, destacó a la segunda soprano, asistida por un oboe obligato, para destacar la devoción y la pureza, gracias a la delicadeza de la melodía, preparando el coro Domine Fili unigenite, en un contraste luminoso para pasar al Domine Deus Agnus Dei, dedicado a la voz de contralto y coro, que mantuvo un protagonismo fundamental, sosteniendo la unidad esperada. Quoniam tu solus Santus, recuperó aspectos del Gloria del principio. Cum Santo Spiritu, para prestigiosos analistas, viene a resultar el argumento de la forma en la que los compositores recurrían al uso de préstamos comunes en un particular beneficio, en un tributo a la majestuosidad requerida.
El Stabat Mater RV 621, sobre un texto cercano al franciscano Francesco da Todi, reclama una voz de contralto a solo y para ratificarlo, la arrebatada entrega de Beth Taylor, arropada por orquesta de cuerdas y continuo. Una ruptura del compositor con respecto a las reglas vigentes, propias en otras obras suyas. Renuncia a la alternancia de tiempos vivos y lentos, optando por los segundos desde el Largo al Andante, el Lento y el Adagio. Obra que se resuelve en una serie de números desde el Stabat Mater, al Cujus abimen gementem, O quam tristis..Quae moerebat, Eja Mater, fons amoris , Fac ut ardeant cor meus (en forma de siciliana) con el Amen, de conclusión. La parte musical e instrumental, se atiene a resaltar la importancia del texto, entregada a una actitud discreta, facilitada por esa forma musical de una serie de Adagios encadenados, entre amplios recitativos, extremadamente lentos. Melodías de un ámbito sin alardes, remarcados por el continuo. Los violines, se sujetan al silabismo textual, en forma de unísono rítmico con las voces. Un arrebato vivaldiano en la cumbre de un sentimiento de aflicción, en reclamo de la meditación ansiada.
Ramón García Balado
Maria Espada, Lucía Caihuela, Beth Taylor.
Orquesta Sinfónica de Galicia / Carlos Mena
Obras de A.Vivaldi, C. Gesualdo, G.F. Händel y A. Caldara
Palacio de la Ópera, A Coruña